Page 272 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Egipto nunca había dejado sentir su poder en un territorio tan amplio.
                  Una  vez  satisfecho  su  honor,  el  ejército  egipcio  volvió  a  casa.  En  ningún

               momento se había planteado la conquista total de Mitani, puesto que Egipto no

               tenía ningún interés estratégico en controlar un territorio tan distante del suyo.
               Pero  lo  que  sí  había  logrado  Thutmose era lanzar una advertencia a Mitani y

               neutralizar su amenaza inmediata. Y, al mismo tiempo, había mostrado el nuevo

               estatus de superpotencia de Egipto en la escena mundial, tanto a Mitani como a

               sus  inquietos  vecinos.  Sin  embargo, en lugar de volver directamente a Egipto
               con sus fuerzas victoriosas, Thutmose decidió entregarse a la clásica exhibición

               de  soberbia  triunfalista.  Deteniendo  su  marcha  de  regreso  en  el  territorio  de

               Niye,  en  el  valle  del  río  Orontes  (la  actual  Así),  se  dedicó  a  dar  caza  a  los
               rebaños  de  elefantes  sirios  que  deambulaban  por  la  zona.  Este  extraordinario

               acto  sin  duda  estaba  minuciosamente  calculado.  En  el  plano  simbólico,  se

               inspiraba  en  la  antigua  ideología  de  la  realeza,  estableciendo  un  paralelismo

               explícito  entre  la  derrota  de  los  enemigos  de  Egipto  y  el  sometimiento  de  la
               naturaleza indómita. Como líder militar, Thutmose se elevaba a sí mismo a la

               categoría  de  vengador  cósmico.  Por  otra  parte,  en  un  nivel  más  práctico,  ello

               debió  de  servir  para  dar  pábulo  a  la  noticia  que  por  entonces  se  estaba
               difundiendo por todo Oriente Próximo: que en Egipto había surgido un gran rey

               que mostraba tanta bravuconería en sus objetivos en tiempos de paz como en el

               campo de batalla.





               DIGNA HIJA DE SU PADRE


               Cuando Thutmose I murió en 1481, tras un reinado de solo doce años, dejó como

               legado  un  Imperio  egipcio  cuyas  fronteras  se  extendían  desde  Siria  hasta  el
               África subsahariana. Los «grandes reyes» de Oriente Próximo —los soberanos

               de Babilonia, Asiria y Mitani, junto con los hititas— reconocían a su homólogo

               egipcio como miembro de pleno derecho de su selecto club. Pero esta autoridad
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