Page 340 - Auge y caída del antiguo Egipto
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caso las prácticas anteriores, nombró a un sumo sacerdote de Atón poco después
               de  establecer  su  residencia  en  Ajetatón.  Meryra,  «el  amado  de  Ra»,  da  la

               impresión de haber surgido de la nada, o, cuando menos, de haber hecho todo lo

               posible por asegurarse de que su trayectoria anterior y su pasado permanecieran
               ocultos.  Como  la  mayoría  de  los  integrantes  del  círculo  de  allegados  de

               Ajenatón, probablemente se lo debía todo al rey, de modo que su lealtad estaba

               garantizada.  Su  nombramiento  oficial  como  sumo  sacerdote  tuvo  lugar  en  la

               Casa del Rey, en el centro de la ciudad. Ajenatón y Nefertiti, acompañados de su
               hija mayor, Meritatón, aparecieron en el balcón real, decorado para la ocasión

               con  un  cojín  ricamente  bordado.  Ataviado  con  una  larga  túnica  y  una  banda

               decorativa, y asistido por miembros de su familia, Meryra fue conducido ante la
               real  presencia  y  se  arrodilló  ante  el  monarca,  mientras  los  escribas  oficiales

               registraban todos y cada uno de los aspectos de la ceremonia (ni siquiera bajo el

               reinado  de  Ajenatón  había  perdido  Egipto  su  obsesión  por  dejar  constancia

               escrita de todo). Detrás de los «chupatintas» estaban los «bastoneros», listos para
               entrar en acción al menor síntoma de problemas; los policías, como los escribas,

               constituían  un  rasgo  cotidiano  de  la  vida  en  Ajetatón.  Con  una  declaración

               oficial,  el  rey  confirmó  el  nombramiento  de  Meryra,  que  fue  unánimemente
               aclamado.  Cuando  cesó  la  algarabía,  Meryra  pronunció  un  breve  discurso  de

               aceptación: «Numerosas son las recompensas que Atón sabe dar, si a su corazón
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               le  place».   Fue  un  modelo  de  concisión  y  de  piedad.  Luego  sus  amigos  lo
               levantaron a hombros y se lo llevaron de palacio.

                  El otro momento crucial de la trayectoria profesional de Meryra, unos años

               más tarde, fue su investidura con el «oro de honor», la máxima distinción para
               un servidor leal. Una vez que el rey hubo llenado el cuello del sumo sacerdote de

               collares de oro, todos los presentes tuvieron que escuchar, atentos y extasiados,

               mientras Ajenatón pronunciaba un largo, elocuente, afectado y legalista discurso.

               Con  su  ritualizado  escenario  y  sus  movimientos  coreografiados,  la  toma  de
               posesión de Meryra como sumo sacerdote nos presenta un estilo de audiencia

               regia  que  ha  cambiado  bien  poco  en  los  últimos  3.500  años.  Y  también  su
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