Page 342 - Auge y caída del antiguo Egipto
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los árboles y las hierbas florecen,
                                     los pájaros echan a volar de sus nidos…
                                     Los peces del río saltan en tu presencia,
                                     tus rayos están en medio del mar…

                                     ¡Cuán grande es tu obra,
                                     aunque escondida a la vista!
                                     ¡Oh, Dios Único, junto a quien nadie existe!
                                     Tú creaste la Tierra según tu voluntad cuando estabas solo,
                                     todos los hombres, todos los grandes y pequeños animales,
                                     todas las cosas que hay sobre la Tierra que caminan sobre sus piernas,
                                     todo lo que vuela por medio de sus alas…

                                     Tus rayos alimentan todos los campos;
                                     cuando brillas, ellos viven y prosperan para ti.
                                     Tú creas las estaciones para desarrollar toda tu obra:
                                     el invierno para refrescarlos, el calor para que te sientan. 9


                  El énfasis que pone el Himno en la riqueza y abundancia de la creación halla

               su  expresión  visible  en  las  magníficas  pinturas  que  adornan  las  paredes,  los

               techos y los suelos de los palacios reales. Pero todo eso tenía muy poco que ver
               con la experiencia cotidiana de las personas normales y corrientes, incluso en la

               nueva ciudad modelo de Ajenatón. Al lado mismo de los grandiosos palacios y

               templos, los ciudadanos pobres de Ajetatón tenían unas vidas tan breves como
               difíciles. Sus huesos nos hablan hoy de mala alimentación, grandes esfuerzos y

               duras  penalidades  físicas.  Algunos  sufrían  daños  irreparables  en  la  columna

               vertebral  por  transportar  pesadas  cargas  un  día  tras  otro.  Otros  trabajaban
               encorvados o arrodillados todo el día en suelos cenagosos, o se dejaban la piel en

               crisoles de metal o vidrio fundido en los talleres de la ciudad. Mal alimentados

               durante  la  infancia  y  contemplando  con  frustración  las  montañas  de  comida

               dispuestas para Atón, los hombres y las mujeres estaban físicamente mermados y
               eran propensos a sufrir afecciones debilitantes como la anemia o la espina bífida.

               Más de la mitad de la población moría sin haber llegado siquiera a los veinte

               años  de  edad  y  solo  unos  pocos  sobrevivían  hasta  alcanzar  la  cuarentena,
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