Page 341 - Auge y caída del antiguo Egipto
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posterior investidura nos recuerda, de manera similar, que el mundo de los
déspotas y sus serviles lacayos sigue todavía hoy una tradición que viene de
tiempo inmemorial.
Aproximadamente en la misma época en que Meryra fue nombrado sumo
sacerdote, el rey empezó a difundir una versión más elaborada de su fe, que
pasaría a conocerse, de manera bastante insulsa, como la Enseñanza. Esta
empleaba la lengua vernácula de la época en lugar de las formas clásicas del
pasado, y probablemente fue redactada por el propio rey. El Gran himno a Atón,
que era en realidad su nombre oficial, se ha calificado como «una de las obras
poéticas más significativas y espléndidas que se conservan del mundo
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prehomérico». Sin duda se trata de una obra maestra, cuyo tono extático y cuyas
exultantes imágenes sobre el poder del creador ejercerían una profunda
influencia en los posteriores autores religiosos, sobre todo en los salmistas
judíos. La meticulosa reproducción de este texto en las tumbas de los altos
funcionarios de Ajenatón, como gesto público de lealtad al régimen, sirvió para
asegurar su supervivencia, y merece la pena citar aquí un extenso fragmento.
Nada capta mejor la alegría desenfrenada (para Ajenatón al menos) de la nueva
religión del rey:
¡Espléndido te alzas en el horizonte del cielo,
oh, Atón viviente, creador de vida!
Cuando amaneces en el horizonte oriental,
llenas todas las tierras con tu belleza.
Bello, grande, deslumbrante,
elevado sobre todas las tierras.
Tus rayos abrazan las tierras,
hasta el límite de todo lo que has creado…
La tierra brilla cuando amaneces en el horizonte,
y resplandeces como Atón durante el día.
Cuando disipas la oscuridad,
cuando ofreces tus rayos,
las Dos Tierras están en fiesta…
Todos los rebaños pacen en sus pastos,