Page 345 - Auge y caída del antiguo Egipto
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LA PRIMERA FAMILIA


               Las últimas líneas del Gran Himno a Atón ilustran uno de los elementos más
               llamativos de toda la revolución de Ajenatón: la inaudita preeminencia que dio a

               su  esposa.  En  cierto  sentido,  Nefertiti  no  hacía  sino  seguir  los  pasos  de  sus

               predecesoras de la XVIII Dinastía, desde Tetisheri, Ahhotep y Ahmose-Nefertari
               hasta  Hatshepsut,  reales  damas  acostumbradas  a  desempeñar  un  papel

               importante en los asuntos de Estado. Tiye había dado un paso más, manteniendo

               su  propia  correspondencia  con  gobernantes  extranjeros  y  apareciendo  junto  a

               Amenhotep III como la equivalente femenina de su divinidad masculina. Pero
               Nefertiti rompió moldes desde el principio. En Ipetsut, se le había otorgado su

               propio templo, la Mansión del Benben, donde su esposo (por entonces todavía

               Amenhotep  IV)  ni  siquiera  aparecía  representado.  A  ella  se  la  mostraba
               realizando acciones rituales hasta entonces limitadas al rey, tales como golpear a

               un  cautivo  atado  o  inspeccionar  a  unos  prisioneros.  En  las  estelas  fronterizas

               encargadas  para  señalar  el  primer  aniversario  de  la  visita  de  la  real  pareja  a

               Ajetatón,  Nefertiti  aparece  representada  a  la  misma  escala  que  el  rey,  lo  que
               denota igualdad de rango. El panegírico adjunto de Ajenatón subraya aún más su

               elevado estatus:


                    Grande en el palacio, hermosa de rostro, adornada con la doble pluma, señora de la alegría que recibe
                  elogios; uno se regocija al oír su voz, la Gran Esposa del Rey a la que él ama, la Señora de las Dos
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                  Tierras.

                  Todos los gestos públicos realizados por Ajenatón para señalar su devoción a

               Atón tenían su reflejo en Nefertiti. Cuando el rey cambió de nombre y dejó de

               llamarse  Amenhotep,  añadió  también  un  epíteto  al  de  ella,  Neferneferuatón,
               «hermosa  es  la  belleza  de  Atón».  Mientras  que  Ajenatón  era  la  encarnación

               viviente de Shu, el hijo del creador, Nefertiti era Tefnut, su consorte. Esta adoptó

               el característico tocado de extremo plano de la diosa, y lo convirtió en el símbolo

               público  de  su  autoridad.  En  la  tumba  del  alto  administrador  de  Nefertiti,  se
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