Page 444 - Auge y caída del antiguo Egipto
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especialmente audaz, atacando el propio corazón de la base del poder teológico
del régimen. Tras una nueva investigación, se descubrió que el guardián
principal del templo estaba detrás del robo.
La conclusión era sombría: la corrupción se había convertido en un mal
endémico en todos los niveles del clero y del gobierno. En Tebas en particular,
las repetidas incursiones libias, combinadas con los períodos de escasez de
alimentos y de inanición, habían llevado a una completa inobservancia de la ley
y el orden. La gente ya no se sentía segura, ni personal ni económicamente; ya
no confiaba en la capacidad del Estado para defenderla o para velar por ella, ni
tampoco temía al poder del Estado para tenerla controlada o para evitar que se
tomara la justicia por su mano. Tras un milenio y medio de estabilidad, el
edificio del Estado se estaba resquebrajando y desmoronando con alarmante
rapidez. Egipto estaba al borde de la anarquía.
REMEDIOS DESESPERADOS
Durante el período ramésida, el gobierno de Egipto estaba dividido en cuatro
grandes unidades funcionalmente distintas. Para respaldar las actividades de la
corte estaba el dominio real, administrado por un canciller y un administrador
jefe. La administración pública, dirigida por dos visires, uno para el Alto Egipto
y otro para el Bajo Egipto, era la responsable de los impuestos, la agricultura y la
justicia. El ejército, al mando de su comandante en jefe (a menudo un príncipe
del linaje real), desempeñaba un papel relativamente secundario en el gobierno,
a diferencia de su destacado papel como instrumento de la política exterior. Por
último, aunque no menos importante, estaba el estamento religioso, dirigido por
el «supervisor de los sacerdotes de todos los dioses del Alto y el Bajo Egipto».
Con frecuencia, este elevado cargo lo ejercía el sumo sacerdote de Amón. Ya
desde los últimos años del reinado de Ramsés III, el sumo sacerdote del culto
más importante del país había sido la persona más poderosa del Alto Egipto,