Page 446 - Auge y caída del antiguo Egipto
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supremacía  de  una  familia  que  llevaba  varias  generaciones  construyendo  su
               propia  base  de  poder  a  expensas  de  la  dinastía  ramésida.  Ninguna  de  las  dos

               opciones resultaba particularmente atractiva, pero la de restablecer el statu quo

               parecía ligeramente preferible. La única cuestión era cómo obtener el resultado
               deseado. Los informes de Tebas indicaban que el usurpador no se marcharía sin

               hacer  ruido;  haría  falta  una  considerable  fuerza  para  desalojarle  del  recinto

               fortificado de Dyamet (la actual Medinet Habu). Pero el rey estaba a cientos de

               kilómetros de distancia, en el delta, como la mayor parte de las tropas egipcias.
               Enviar estas al sur para derrocar a un sumo sacerdote comportaría dos riesgos

               inaceptables: que el rey se viera arrastrado a la encarnizada política interna de

               Tebas, y que la residencia real se dejara expuesta y vulnerable a un ataque. Solo
               había otra guarnición con tropas suficientes para llevar a cabo la operación, y

               estaba estacionada en Nubia, al mando del virrey de Kush. Así pues, Ramsés

               ordenó al virrey, Panehesy, que marchara lo antes posible hacia el norte con sus

               tropas nubias para desalojar al intruso.
                  Fue un error de cálculo nefasto.

                  En  unas  semanas,  Panehesy  llegó  a  Tebas  con  sus  fuerzas,  y  sus  soldados

               nubios  estaban  a  las  puertas  de  Dyamet.  Acto  seguido,  una  multitud
               descontrolada asaltó el recinto del templo, echando al usurpador y destrozando

               los  edificios.  Otros  soldados  se  desmandaron  por  toda  la  orilla  occidental,

               causando daños en los monumentos sagrados. La operación fue un éxito militar,
               pero  un  desastre  en  cuanto  a  relaciones  públicas.  Una  vez  que  se  hubo

               restablecido  el  orden  y  Amenhotep  fue  restituido  como  sumo  sacerdote,

               Panehesy  pasó  rápidamente  a  evaluar  los  daños,  recuperar  las  propiedades
               robadas  y  castigar  a  los  responsables.  Algunos  de  los  culpables  fueron

               sumariamente ejecutados por orden del virrey, sin aguardar a las molestias que

               ocasionaba  un  juicio.  En  tales  situaciones,  dar  ejemplo  con  unos  cuantos

               individuos normalmente servía para mantener a raya a los demás. Los habitantes
               de Tebas recordaron de pronto la dureza de la justicia militar.

                  Tras haber impuesto la ley y el orden, Panehesy procedió a tomar el control de
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