Page 471 - Auge y caída del antiguo Egipto
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faraones ramésidas para mantener a los libios fuera de Egipto. Hacia el final del
               reinado  de  Ramsés  XI,  todos  ellos  habían  caído  en  manos  libias,  y  se  usaron

               como trampolín para la conquista del país entero, lo cual permitió a los nuevos

               caudillos  de  Egipto  controlar  el  tráfico  del  Nilo  y  aplastar  rápida  e
               implacablemente cualquier insurrección local. Apenas sorprende que el gobierno

               de los generales se estableciera sin apenas resistencia antes de que el cadáver del

               último Ramsés se hubiera enfriado en su tumba.

                  La principal de entre las fortalezas del norte era la de Tuedyoi (la actual El-
               Hiba),  que  dominaba  la  orilla  oriental  del  Nilo  justo  al  sur  de  la  entrada  al

               Fayum. Señalaba la frontera norte del reino tebano, y era la residencia principal

               de  los  «comandantes  del  ejército y sumos sacerdotes». Resulta  revelador que,
               desde Pianj, los generales que gobernaron Tebas visitaran la gran ciudad solo en

               días señalados y durante las festividades, prefiriendo la seguridad de su búnker

               del  norte  a  su  palacio  urbano  rodeado  de  asentamientos  autóctonos.  Tal  vez

               fueran conscientes de lo impopular que resultaba su gobierno para la mentalidad
               tradicional de la población del sur.

                  Las  tensiones  que  bullían  en  el  Alto  Egipto  estallaron  muy  pronto,  en  un

               momento de debilidad del régimen militar. Cuando Pinedyem I se convirtió en
               monarca, designó a su hijo mayor, Masaharta, para que le sucediera como sumo

               sacerdote  de  Amón.  Que  alguien  con  un  nombre  tan  descaradamente  libio

               estuviera al frente del clero de Amón debió de resultar una afrenta para muchos
               egipcios;  pero  tampoco  tenían  otra  opción.  Sin  embargo,  cuando  Masaharta

               murió  de  repente  en  1044,  ocupando  ya  el  cargo,  la  población  tebana  vio  su

               oportunidad  y  se  rebeló.  El  sucesor  de  Masaharta,  su  hermano  pequeño
               Dyedjonsuiuefanj, fue obligado a dimitir tras el más breve de los mandatos (para

               las mentes escépticas, su rápida caída en desgracia demostraría sin duda la poca

               fiabilidad de los oráculos divinos; a pesar de llevar un nombre que significaba

               «Jonsu ha dicho que vivirá», la suerte de Dyedjonsuiuefanj la decidieron fuerzas
               más bien humanas).

                  Por  un  momento  pareció  que  el  Alto  Egipto  podría  recuperar  su
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