Page 474 - Auge y caída del antiguo Egipto
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     enviado por Herihor a Kebny en 1065, a recoger un cargamento de cedro para la
               barca-altar de Amón-Ra. Las colinas del Líbano habían sido la principal fuente
               de suministro de cedro para Egipto durante dos milenios, y el hecho de que se
               realizara  una  expedición  a  Kebny  patrocinada  por  el  Estado  no  suponía  nada
               inusual.  Tras  hacer  un  alto  en  Dyanet  para  presentar  sus  respetos  al  rey
               Nesbanebdyedet  y  a  la  reina  Tentamón,  Unamón  zarpó  finalmente  rumbo  a
               Kebny  bordeando  la  costa,  tal  como  habían  hecho  incontables  expediciones
               durante siglos. Pero no bien hubo echado el ancla en el puerto de Dor, en el sur
               de  Palestina,  cuando  fue  robado  por  su  propia  tripulación.  Las  súplicas  de
               Unamón al gobernante de Dor para que le diera una indemnización cayeron en
               saco roto, y el desventurado enviado pasó nueve días en el puerto, abandonado a
               su suerte, antes de poder zarpar de nuevo. A su llegada a Tiro, Unamón decidió
               recurrir  también  él  al  robo,  y  se  apoderó  de  un  barco  que  pertenecía  a  los
               habitantes  tyeker  locales  (los  mismos  tyeker  que,  junto  con  otros  Pueblos  del
               Mar, habían invadido Egipto un siglo antes, durante el reinado de Ramsés III).
               Tras escapar al amanecer para evitar ser visto, con las consiguientes represalias,
               Unamón llegó finalmente a su destino, Kebny, solo para ver cómo el gobernante
               local le denegaba la entrada en el puerto. En las nuevas circunstancias del siglo
               XI a.C., distintas de las de antaño, a un enviado egipcio sin documentos o regalos
               podían echarlo con cajas destempladas, exactamente igual que a cualquier otro
               visitante  no  deseado.  Ello  representaba  una  situación  muy  embarazosa,  tanto
               para Unamón como para sus superiores egipcios. Hubo de aguardar casi un mes
               a que le enviaran el dinero desde Egipto, mientras soportaba constantemente las
               pullas  del  gobernante  de  Kebny.  Al  final,  Unamón  recibió  el  cargamento  de
               madera, evitó por los pelos ser detenido por robo (ya que los tyeker le dieron
               alcance) y huyó de nuevo, esta vez a Chipre, donde los lugareños lo recibieron
               amenazando con matarlo. En ese punto se interrumpe la Historia, pero su tónica
               general resulta evidente.
                  En los lejanos días de la XII Dinastía, otro gran clásico literario, la Historia de





