Page 472 - Auge y caída del antiguo Egipto
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independencia, pero unos comandantes militares no iban a rendirse sin luchar.
               Desde  la  seguridad  de  Tuedyoi,  Pinedyem  proclamó  de  inmediato  sumo

               sacerdote a su tercer hijo, Menjeperra, y lo envió al sur «con valentía y fuerza

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               para  pacificar  la  tierra  y  someter  a  su  enemigo».   Con  el  pleno  apoyo  del
               ejército,  Menjeperra  sofocó  la  revuelta  y  reafirmó  la  autoridad  de  su  familia

               sobre Tebas. Los cabecillas de la rebelión fueron capturados y desterrados a los

               oasis  del  Desierto  Occidental,  conmutando  sus  penas  de  muerte  por  el  exilio

               interior quizá para evitar alimentar un mayor resentimiento entre la población
               local.  Solo  después  de  un  intervalo  de  algunos  años,  con  las  llamas  de  la

               resistencia ya plenamente sofocadas, se permitió volver a los exiliados (aunque

               Menjeperra  se  reservó  el  terrible  derecho  de  ejecutar  a  cualesquiera  futuros
               conspiradores que amenazaran su vida).

                  Para  que  quedara  claro  el  mensaje,  ordenó  construir  una  nueva  serie  de

               fortalezas mucho más cerca de Tebas, en emplazamientos estratégicos tanto en la

               orilla  oriental  como  en  la  occidental.  Como  sucedería  con  los  castillos
               normandos en Inglaterra, las fortalezas libias dominaban todo el valle del Nilo,

               como un recordatorio cotidiano para la población autóctona de que ahora era un

               pueblo sometido en su propia tierra. También se fortificaron los asentamientos
               civiles a lo largo y ancho del país. Los egipcios se rodeaban de altas murallas

               para dejar fuera un mundo cada vez más terrible y desconocido.





               UNA REPUTACIÓN EN RUINAS


               En los últimos días del reinado de Ramsés XI, el general Pianj había planteado

               en una de sus cartas a casa una pregunta retórica cargada de intención: «¿Quién
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               queda  todavía  por  debajo  del  faraón?».   La  respuesta  estaba  implícita  en  la
               propia pregunta. En aquel momento el poder real menguaba con rapidez, y el

               ancestral  modelo  de  gobierno  faraónico  estaba  a  punto  de  transformarse

               radicalmente. La división formal de Egipto entre un linaje de reyes en Dyanet,
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