Page 480 - Auge y caída del antiguo Egipto
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representa al rey golpeando a sus enemigos asiáticos mientras el dios supremo
               Amón y la personificación de la «victoriosa Tebas» observan con aprobación.

                  Sin  embargo,  si  se  suponía  que  todo  este  blandir  de  espadas  y  ondear  de

               banderas era el anuncio de una nueva era de poder faraónico, Egipto debió de
               quedar  profundamente  decepcionado.  Antes  de  que  pudieran  siquiera

               completarse  los  trabajos  de  Ipetsut,  Sheshonq  I  murió  repentinamente.  Sin  su

               real patrocinador, el proyecto fue abandonado y los cinceles de los trabajadores

               enmudecieron. Y lo que sería aún peor: los sucesores de Sheshonq mostrarían
               una  lamentable  falta  de  ambición,  pues  volverían  con  excesiva  facilidad  al

               anterior  modelo  de  gobierno  del  laissez-faire  y  se  contentarían  con  unos

               limitados  horizontes  políticos  y  geográficos.  El  transitorio  renacimiento  de
               Egipto en la escena mundial había sido un espejismo. La renovada autoridad del

               país  en  Oriente  Próximo  se  desvanecería  tan  rápidamente  como  se  había

               establecido. Y, lejos de dejarse intimidar por la breve demostración de autoridad

               real de Sheshonq I, Tebas se mostraría cada vez más frustrada por el gobierno
               del delta.

                  El fantasma de la desunión volvería a acechar en las calles de la ciudad.





               PROBLEMAS Y CONFLICTOS


               La política de Sheshonq I de poner a su hijo al mando de Tebas había tenido

               éxito en su objetivo de situar el sur bajo el control del gobierno central. Este

               logro, así como el empuje y la determinación de Sheshonq, habían hecho posible
               su campaña palestina, lo cual, a su vez, le dio al rey la posibilidad de movilizar

               tropas y obtener suministros de todo Egipto, además de reclutar mercenarios de

               Nubia.  Pero  las  tensiones  étnicas  entre  la  población  del  Alto  Egipto,
               mayoritariamente  egipcia,  y  los  gobernantes  libios  del  país  estaban

               constantemente  a  flor  de  piel,  y  la  capital  Dyanet  se  hallaba  a  una  distancia

               enorme  de  Tebas,  tanto  cultural  como  geográficamente.  Era  solo  cuestión  de
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