Page 481 - Auge y caída del antiguo Egipto
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tiempo que el resentimiento del sur se desbordara.
El rey que tentó demasiado a la suerte fue el bisnieto de Sheshonq I, Osorkon
II (874-835). Durante su largo reinado prodigó una atención especial al hogar de
sus ancestros, Bast, y en particular a su templo principal, consagrado a la diosa
gato Bastet. La más impresionante de todas las obras que encargó fue una «sala
de festividades» para celebrar sus primeros treinta años en el trono. La sala,
situada en la entrada del templo, estaba decorada con escenas de las ceremonias
de jubileo, muchas de las cuales se remontaban a los albores de la historia
egipcia. En su concepción, era un monumento faraónico tradicional hasta el
último detalle, y también en su ejecución resistía perfectamente la comparación
con los grandiosos edificios del Imperio Nuevo. Pero su emplazamiento —la
remota zona central del delta en lugar de la capital religiosa, Tebas— delataba
los orígenes provincianos de su patrocinador. Osorkon II subrayó todavía más su
lealtad hacia su ciudad natal construyendo un nuevo templo en Bast, consagrado
al hijo de Bastet, el dios león Mahes. Pese a ello, lejos de admirar a su «leonino»
soberano por tales obras piadosas, los tebanos lo miraban con repugnancia.
A la larga, la frustración del Alto Egipto excedió todos los límites. Los
habitantes de Tebas querían desesperadamente la autonomía, de modo que
buscaron a un cabecilla que liderara el cambio. La elección, no demasiado
injustificadamente, recayó en el sumo sacerdote de Amón, Horsiese. El hecho de
que fuera primo segundo de Osorkon II importaba menos que la potencia
simbólica de su cargo. Como jefe del clero de Amón, Horsiese representaba la
fuerza económica y política de Ipetsut, y del Alto Egipto en general. De manera
que, en mitad del reinado de Osorkon II, Horsiese se plegó a la opinión local y se
proclamó diligentemente rey de Tebas. Dos siglos antes, y de forma parecida, los
sumos sacerdotes se habían atribuido títulos reales y habían gobernado en el sur
como una «contradinastía», separada del principal linaje real del delta, pero
unida a él por lazos familiares. Era evidente que tanto Horsiese como sus
partidarios habían estudiado su propia historia.
La declaración de independencia de Tebas marcó el final del reino unificado