Page 488 - Auge y caída del antiguo Egipto
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dispuso a convertir en realidad sus pretensiones.
                  La  decadencia  del  poder  de  Tebas  bajo  los  desventurados  sucesores  del

               príncipe  Osorkon  proporcionó  a  los  kushitas  la  excusa  y  el  acicate  que

               necesitaban. Durante el reinado del hijo de Osorkon, el rey Rudamón (754-735),
               el caudillo de Kush, Pianjy, intensificó las pretensiones kushitas sobre el Alto

               Egipto. Viéndose enfrentados al legendario poder del ejército nubio, los tebanos

               capitularon.  Casi  sin  luchar,  Pianjy  reunificó  las  dos  Ipetsut  y  restableció  los

               dominios  del  Imperio  Nuevo,  pero  bajo  el  gobierno  nubio.  En  una  nueva  y
               exquisita vuelta de tuerca, Pianjy adoptó el nombre de trono de Thutmose III,

               identificándose así como la encarnación del mismo faraón que conquistara Kush

               y  creara  originariamente  Gebel  Barkal.  A  cambio  de  reconocer  la  soberanía
               kushita, se permitió a Rudamón y sus herederos conservar la dignidad real, pero

               tuvieron que acceder a retirarse a su fortaleza del norte en Heracleópolis, para

               gobernar  allí  sobre  un  territorio  bastante  reducido.  Tebas,  mientras  tanto,  fue

               entregada a sus conquistadores nubios.
                  Quizá de manera inesperada, Pianjy se mostró como el soberano piadoso y

               justo que afirmaba ser, al permitir generosamente a los parientes de Rudamón

               conservar sus influyentes puestos en la jerarquía tebana. La más prominente de
               todos ellos era Shepenupet, hermanastra del propio Rudamón. Como «esposa del

               dios  Amón»,  era  el  miembro  femenino  de  mayor  rango  del  clero  de  Amón  e

               igual  al  sumo  sacerdote  en  orden de precedencia.  De hecho, gracias a ella su
               padre, el príncipe Osorkon, había seguido controlando al clero tras acceder al

               trono. Que Pianjy la mantuviera en su puesto demostraba un notable grado de

               tolerancia por su parte frente al viejo orden. O quizá no se tratara más que de una
               mera maniobra política. Si miraba más allá de Tebas, el soberano kushita podía

               ver perfectamente que se avecinaban problemas en el norte del valle del Nilo, y

               lo último que necesitaba era una rebelión en su nuevo núcleo territorial egipcio.

               Era  mucho  mejor  mantener  el  equilibrio  de  poder  para  las  batallas,  más
               problemáticas, que le aguardaban.

                  Estas  no  tardaron  mucho  en  tener  lugar.  En  los  setenta  años  transcurridos
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