Page 491 - Auge y caída del antiguo Egipto
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solo después de haber celebrado la festividad de Año Nuevo, que consagró a su
patrón, Amón. Mientras tanto, sus fuerzas establecieron un cordón de seguridad
alrededor de toda la provincia de Jmun. No permitirían que Nimlot escapara por
segunda vez.
Tras hacer un alto en Tebas para dar lustre a sus credenciales
fundamentalistas, Pianjy llegó a las afueras de Jmun a comienzos del 728. Como
Ramsés II en vísperas de la batalla de Qadesh, apareció en su carro real para
arengar a sus tropas antes de iniciar el ataque. Siguiendo sus órdenes, una lluvia
de proyectiles empezó a caer sobre la ciudad, día tras día, haciendo que el cerco
se estrechara cada vez más. A la larga, «de Jmun empezó a emanar un olor
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pestilente». Era el hedor de la muerte. Poco después la ciudad capituló y sus
tesoros le fueron entregados a Pianjy; hasta la corona real de Nimlot le fue
ofrecida como trofeo. En un patético gesto de sumisión, las parientas del líder
derrotado fueron a pedir misericordia a las esposas, hijas y hermanas de Pianjy;
una petición de clemencia de mujer a mujer. En cuanto a Nimlot, su acto de
sumisión fue presentarse ante su victorioso contrincante con dos regalos
cuidadosamente elegidos: un sistro de oro y lapislázuli, utilizado en los rituales
del templo para apaciguar a alguna deidad, y un caballo (como buen gobernante
kushita, Pianjy era un amante de todo lo equino). A Pianjy le agradaron tanto los
regalos, y el propio gesto, que los haría inmortalizar en piedra en lo alto de su
monumento de la victoria, erigido a su regreso en el templo de Amón en Gebel
Barkal.
La afición de Pianjy a los caballos se mostró de nuevo en un extraordinario
episodio acontecido unas horas más tarde, cuando fue a inspeccionar el palacio
de Nimlot. Dos espacios en particular atrajeron su atención, la sala del tesoro y
los establos. Lo que sucedió a continuación resulta especialmente elocuente
acerca de las prioridades de Pianjy:
Las mujeres y las hijas del rey acudieron a él y le honraron como hacen las mujeres. Pero Su Majestad
no les prestó ninguna atención. [En lugar de ello], se dirigió a los establos, donde vio que los caballos