Page 494 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 494

con rapidez, Tefnajt, el último de los líderes rebeldes, supo que la partida había
               terminado. Envió entonces una embajada a Pianjy para negociar los términos no

               de  una  rendición,  sino  de  un  alto  el  fuego.  Pese  a  sus  manifestaciones  de

               sometimiento  —«¡No  puedo  mirarte  a  la  cara  en  estos  momentos  de  ira,  ni
                                                     26
               permanecer ante tus llamas!»—,  Tefnajt era consciente de que negociaba desde
               una posición de fuerza. Toda la parte occidental del delta seguía estando en sus

               manos, y sus tropas podían mantener empantanados a los kushitas durante meses

               si así lo deseaba. Para subrayar su confianza en sí mismo, declinó someterse en
               persona a Pianjy, y en lugar de ello pidió descaradamente que una delegación

               kushita  fuera  a  verle  a  él  en  su  capital,  Sais.  Aquel  no  era  precisamente  el

               resultado que Pianjy había planeado, pero si pretendía evitar una larga guerra de
               desgaste tenía que acceder a ello. Así pues, en el templo de Neit en Sais, y sin

               duda apretando los dientes, Tefnajt finalmente hizo un juramento de lealtad al

               nuevo  e  indudable  amo  de  Egipto.  Al  día  siguiente,  Pianjy  fue  objeto  de  un

               último y simbólico acto de reverencia. Los cuatro monarcas reinantes, portando
               todos ellos el uraeus real, fueron conducidos ante su presencia y, postrándose,

               besaron el suelo ante él. Por más que Egipto pudiera tener cinco reyes, solo uno

               era  soberano.  La  ironía  de  la  ocasión  no  les  pasó  desapercibida  a  los
               espectadores  allí  reunidos:  había  sido  un  nubio  quien  había  restablecido  la

               dignidad, si no la unidad, de la realeza.

                  Antes de zarpar rumbo a Tebas y regresar a palacio, con sus barcos cargados
               con el botín de la victoria, Pianjy hizo un último gesto para subrayar su  celo

               religioso. De los cuatro reyes reunidos para rendirle homenaje, a todos, excepto

               a Nimlot, se les prohibió entrar en el recinto real, y no por su debilidad o su
               oposición  activa,  sino  porque  eran  incircuncisos  y  habían  comido  pescado;

               ambas  eran  serias  afrentas  a  la  estricta  interpretación  que  hacía  Pianjy  de  las

               leyes de la pureza religiosa.

                  Bajo  el  gobierno  kushita,  la  fuerza  militar  iría  de  la  mano  del  absolutismo
               moral.  Dicha  mezcla  de  poder  y  fanatismo  se  revelaría  una  combinación

               peligrosa.
   489   490   491   492   493   494   495   496   497   498   499