Page 489 - Auge y caída del antiguo Egipto
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desde la victoria definitiva del príncipe Osorkon sobre Tebas, el modelo libio de
dinastías colaterales se había descontrolado. Egipto se caracterizaba en esos
momentos por un grado de fragmentación política sin precedentes en toda su
larga historia. En el Alto Egipto, además del propio Pianjy, había otros dos reyes
más: uno en Heracleópolis (el último representante de la antigua dinastía tebana)
y otro en Jmun. Ambos habían negociado una especie de solución de
compromiso con Pianjy para conservar sus tronos, por más deslustrados que
hubieran quedado. En el Bajo Egipto, la situación era aún más extrema. Los
descendientes lineales del gran Sheshonq I habían quedado confinados a la sede
familiar de Bast. En otras partes del delta, Taremu (la Leontópolis clásica, la
actual Tell el-Muqdam) tenía su propio rey, Iuput II, mientras que otras ciudades
estaban gobernadas por una desconcertante serie de grandes jefes de los ma,
príncipes hereditarios y alcaldes. Pianjy se refería a todos ellos, no sin cierto
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desprecio, como «los jefes del Bajo Egipto que llevan plumas». Asimismo, era
consciente de lo absurdo que resultaba que tantos individuos diferentes se
denominaran a sí mismos «el Doble Rey», así que se refería a sus rivales
simplemente como «reyes» y se reservaba el título oficial, y de pleno derecho,
solo para sí mismo.
Sin embargo, había un pequeño gobernante al que le preocupaba más la
verdadera autoridad que su demostración externa. Tefnajt, gobernador de la
ciudad de Sais, en la parte occidental del delta, no se atribuía estatus real alguno.
Pero tampoco lo necesitaba. Como «gran jefe del oeste», había extendido ya su
territorio hasta incluir grandes zonas del Bajo Egipto, tomando el control de la
cercana Per-Uadyet en el 740 y anexionando las provincias adyacentes del delta
a su creciente reino durante la siguiente década. Era él, y no todos aquellos
presuntuosos «reyes», quien representaba la verdadera amenaza para el control
kushita.
A finales del 729, mientras Pianjy permanecía en su palacio de Napata, a la
sombra de Gebel Barkal, estalló la tormenta. Tras ser conducido a través de
pasillos flanqueados de columnas y superar el cuerpo de guardia en la sala de