Page 496 - Auge y caída del antiguo Egipto
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ese aspecto había tenido éxito. Lo que pasara después en términos de política
interior egipcia era de poca o nula importancia para él, y las dinastías libias no
tardaron mucho tiempo en darse cuenta de ello.
En cuanto Pianjy se desentendió de ellos, sus taimados rivales del Bajo Egipto
volvieron a las andadas. Osorkon IV de Bast siguió actuando como el monarca
legítimo, y envió un lujoso regalo diplomático al gobernante de Asiria cuando
este apareció de improviso en la frontera nordeste de Egipto con un gran ejército
a sus espaldas. En otras partes del delta, Akanosh de Tyebnetcher recuperó su
orgullo y siguió gobernando como antes, mientras que el archienemigo de
Pianjy, Tefnajt, se calificaba a sí mismo de rey. Era como si la conquista kushita
nunca hubiera ocurrido. De hecho, la negativa de Tefnajt a rendirse en persona
ante Pianjy había sido un presagio de lo que estaba por venir: el Reino del Oeste
seguía siendo el principal actor en la cambiante política del delta, mientras
Tefnajt trataba de ampliar su influencia en todo el Bajo Egipto. Los kushitas
tendrían que haber aprendido la lección la primera vez.
Tefnajt murió en el 720, pero sus ambiciones no murieron con él. Su hijo y
sucesor, Bakenrenef (720-715), resultó ser igual de decidido y estar igualmente
hambriento de poder, además de oponerse con la misma energía a las
pretensiones kushitas sobre Egipto. Para resumir sus sentimientos, encargó una
extraordinaria copa grabada de fayenza de color azul claro. Una franja
decorativa en la parte superior mostraba a Bakenrenef al ser presentado con el
signo de la vida por su diosa patrona, Neit de Sais, y cogido de la mano con los
dioses de la realeza y la sabiduría, Horus y Thot, bajo la protección de unos
buitres celestiales que sujetaban en sus garras símbolos de «eternidad» (una
mera manifestación de buenos deseos, quizá, pero también una característica
demostración de autoconfianza saíta). En una franja en la parte inferior, cautivos
kushitas —con las manos atadas a la espalda o sobre la cabeza— alternan con
monos que roban dátiles de unas palmeras. Era un burdo insulto racial y una
obra propagandística en la mejor tradición faraónica.
El nuevo rey de Kush, Shabako (716-702), que acababa de suceder a Pianjy en