Page 559 - Auge y caída del antiguo Egipto
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elevaba en tres enormes pisos que alternaban las formas cuadrada, octogonal y
               cilíndrica. En la cumbre, coronada por una gigantesca estatua de Zeus, residía su

               supremo esplendor, un faro que ardía día y noche. Su luz, ampliada por espejos,

               era visible desde el mar hasta una distancia enorme, a fin de señalar el camino a
               las personas, las mercancías y las ideas de todo el Mediterráneo hacia la próspera

               metrópolis de Ptolomeo. Además de ser un punto de referencia práctico para la

               navegación y un poderoso símbolo del poder ptolemaico, el faro encarnaba el

               dominio griego de Egipto.





               UN PAÍS, DOS SISTEMAS


               Puede  que  el  mundo  marítimo  que  había  más  allá  de  Alejandría  fuera
               completamente  griego,  pero  el  delta  y  el  valle  del  Nilo  eran  otra  cosa  muy

               distinta.  La  ley  ptolemaica  solo  reconocía  tres  ciudades  autónomas  (polis)  en

               Egipto: la propia Alejandría, el antiguo centro comercial de Naucratis y la recién

               fundada Ptolemaida, creada por Ptolomeo I cerca de Abedyu, en el Alto Egipto,
               como  un  contrapeso  a  la  hegemonía  tradicional  de  Tebas.  En  cada  polis,  los

               ciudadanos disfrutaban de privilegios fiscales especiales, y se les permitía elegir

               a  sus  propios  magistrados.  De  todo  el  mundo  griego  llegaban  en  masa
               inmigrantes al Egipto ptolemaico, que veían como una tierra de oportunidades

               donde  se  podía  hacer  fortuna  en  las  finanzas  y  en  el  comercio.  Pero  aquellos

               recién llegados —como tienden a hacer todos los recién llegados en general—

               gravitaban de manera natural en torno a las comunidades griegas preexistentes.
               Alejandría,  Naucratis  y  Ptolemaida  pasaron  rápidamente  a  ser  ciudades

               multiétnicas  y  políglotas,  donde  sicilianos,  ilirios  y  tracios  se  codeaban  con

               jónicos y carios. En cambio, hubo grandes extensiones de la campiña egipcia,
               donde  la  población  autóctona  era  predominante,  que  permanecieron

               relativamente inmunes a la inmigración.

                  Esta división cultural y étnica entre las ciudades griegas y la campiña egipcia
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