Page 587 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Hermontis),  Cleopatra  construyó  «una  casa  de  nacimiento»  para  celebrar  la
               institución de la procreación divina. En Ptolemaida y Alejandría, las dos grandes

               ciudades griegas de Egipto, promovió activamente el culto a Isis, que era ya una

               de las deidades egipcias más populares, y ahora también una diosa por la que
               Cleopatra sentía una afinidad especial. Y ello porque, según la creencia popular,

               Isis era una divina madre y protectora, que cuidaba de sus adoradores tal como

               lo  hacía  con  su  hijo,  Horus  niño.  No  era  difícil  extraer  paralelismos.  La

               propaganda real de la época alentó esa asociación, y en las estatuas se mezcló
               deliberadamente la iconografía de Isis con los rasgos de Cleopatra. Diosa y reina

               se convertían en una misma cosa.

                  Sin  duda,  Cleopatra  tenía  más  credibilidad  como  deidad  egipcia  que  sus
               antepasados, dado que, a diferencia de los anteriores Ptolomeos, parece que se

               tomó la molestia de aprender la lengua autóctona. Evidentemente consideraba a

               Egipto  su  hogar,  y  se  esforzó  asimismo  en  honrar  los  cultos  tradicionales.

               Adoptó una versión femenina de la expresión más temprana y pura de la realeza
               divina, el título de Horus, y al menos algunos de sus súbditos egipcios la veían

               como un faraón plenamente legítimo. Por ello resulta aún más extraño que, en la

               cúspide de su popularidad, dejara Egipto para viajar a Roma como invitada de
               César  cuando  este  finalmente  volvió  a  casa  después  de  su  campaña  en  el  46.

               Durante dos años permaneció en la propiedad de César, al otro lado del Tíber. La

               relación entre ambos fue objeto de innumerables chismorreos, sobre todo cuando
               César consagró una estatua de oro de Cleopatra en el santuario romano de Venus

               Genetrix. Su posterior elaboración de un proyecto de ley, que debía presentarse

               ante el Senado, para permitirle casarse (de forma bígama) fuera de Italia, tener
               hijos  con  una  esposa  extranjera  y  crear  una  segunda  capital,  no  pareció  sino

               confirmar los peores temores de los romanos; bajo la maligna influencia de una

               reina oriental, su héroe de guerra se les estaba «acriollando».

                  El  asesinato  de  César  el  15  de  marzo  del  año  44  puso  fin  a  sus  exóticas
               ambiciones. En menos de un mes, Cleopatra abandonó Roma y volvió a casa, a

               Alejandría. Al mes siguiente, su hermano y cogobernante, Ptolomeo XIV, estaba
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