Page 588 - Auge y caída del antiguo Egipto
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convenientemente muerto. En su lugar, Cleopatra elevó a Cesarión al trono con
               el nombre de Ptolomeo XV, «el dios amante de su padre y de su madre». En la

               mente de Cleopatra, los paralelismos entre su vida y la de los dioses parecían

               volverse más fuertes cada año. César había sido asesinado, igual que Osiris. Su
               hijo y heredero, Cesarión, era un nuevo Horus. Y en cuanto a la propia madre y

               viuda, Cleopatra, nadie podía dudar ya de su transformación en una Isis viviente.





               AMISTADES PELIGROSAS


               Si Cleopatra había alcanzado el estatus divino, no parece que sus compañeros,

               los demás miembros del panteón, se sintieran demasiado impresionados por ello.

               De  hecho,  parecía  que  los  dioses  habían  abandonado  a  Egipto.  Una  serie  de
               «Nilos  bajos»  en  los  años  43-41  produjo  nuevos  episodios  de  escasez  de

               alimentos. Tanto en las grandes ciudades como en el campo, los egipcios estaban

               cada vez más desesperados. Agobiados y hambrientos, incluso dejaron de creer

               en la promesa de una vida más confortable después de la muerte. Imaginando el
               más allá como una continuación de su suerte terrenal, dieron la espalda a dos mil

               años de fe y empezaron a temer la vida de ultratumba. Nadie expresó ese miedo

               a la muerte de manera más emotiva que Taimhotep. El 15 de febrero del 42, a la
               edad de treinta años, esta murió, dejando afligidos a su marido, su hijo y sus tres

               hijas. Tal como convenía a la esposa de un sumo sacerdote, su estela funeraria

               fue bellamente tallada en una losa de fina y clara piedra caliza, trabajada por los

               mejores artesanos del país. En el anverso, y bajo un disco solar alado, un friso
               delicadamente  tallado  mostraba  a  Taimhotep  adorando  a  la  flor  y  nata  de  las

               deidades tradicionales de Egipto: Anubis, dios de la momificación; Horus, hijo

               de  Osiris;  Neftis  e  Isis,  hermanas  y  principales  plañideras  de  Osiris;  el  toro
               sagrado Apis de Menfis, y, por último, Sokar-Osiris, dios de los muertos. Si la

               divina formación recordaba la tradicional autoconfianza de Egipto, la inscripción

               que  la  acompañaba,  en  veintiuna  líneas  de  jeroglíficos  finamente  tallados,
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