Page 60 - Auge y caída del antiguo Egipto
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prehistórico del Desierto Oriental— identifican la escena como propia de la
realeza, a pesar de que, probablemente, el soberano en cuestión controlaba solo
un territorio limitado. Parece ser que la realeza se desarrolló en otras partes del
Alto Egipto más o menos al mismo tiempo, tal como sugieren un fragmento de
cerámica de Nubt decorado con una corona y un conjunto monumental de salas
hipóstilas descubierto en el desierto cerca de Nejen.
Alrededor del año 3500, la inequívoca iconografía de la realeza alcanzó su
plena expresión en una tumba de Nejen conocida como la Tumba Pintada. Una
de las paredes interiores de esta cámara mortuoria estaba enyesada y pintada con
un friso en el que se representaba a una figura real tomando parte en varias
actividades rituales. La decoración está dominada por una espectacular procesión
de barcos, pero en una esquina de la escena se muestra al rey golpeando a tres
cautivos atados. Este motivo, ya prefigurado en el vaso de Abedyu, se
convertiría en la imagen definitoria de la realeza egipcia. Lo vemos repetido en
la paleta de Narmer, y luego en los muros de los templos hasta el mismo final de
la civilización faraónica. La imaginería de comienzos de la realeza resultaría tan
duradera como violenta.
LA CORONA Y EL CETRO
Durante el proceso de formación del Estado, la expresión artística del gobierno
monárquico experimentó un rápido desarrollo marcado por el ritmo de cambio
del propio concepto de la realeza. Podemos detectar esos cambios en una serie
de objetos ceremoniales e inscripciones conmemorativas. Resulta especialmente
llamativa la denominada «paleta del Campo de Batalla», un objeto similar a la
paleta de Narmer pero que data más o menos de un siglo antes. Mientras que el
monumento de Narmer asigna el lugar preponderante a una imagen del rey en
forma humana, la paleta anterior, en cambio, muestra al soberano como un
enorme león, pisoteando y embistiendo a sus enemigos, que yacen postrados en