Page 63 - Auge y caída del antiguo Egipto
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monarquías cristianas, una corona rematada por una cruz simboliza que el poder
temporal del rey está sujeto a una autoridad divina, mayor que la suya (el orbe
viene a reforzar ese mismo mensaje), mientras que el cetro alude a un poder
atemperado por la justicia. También en el antiguo Egipto se utilizaban vestiduras
y ornamentos de modo parecido para transmitir la naturaleza de la autoridad
regia. Una vez más, hay que decir que muchos de esos elementos tienen un
origen prehistórico. El símbolo de poder más antiguo descubierto hasta ahora en
Egipto data del año 4400, es decir, más de catorce siglos antes de la fundación de
la tradición dinástica. Es un sencillo báculo de madera de alrededor de un metro
de largo, con pomos en los extremos, que se encontró enterrado junto a su dueño
en una tumba de El-Omari, cerca de la actual El Cairo. Obviamente, ser portador
de un gran bastón constituye la expresión más básica de autoridad, y el báculo de
madera seguiría siendo el símbolo identificador de los altos cargos a lo largo de
toda la historia egipcia. Pero la monarquía siempre ha tenido cierta tendencia a la
sofisticación, de modo que, ya en las primeras fases del desarrollo de la realeza
egipcia, el sencillo bastón evolucionó para convertirse en un objeto más
complejo: el cetro. Como ya hemos visto en el capítulo anterior, ha llegado hasta
nosotros un cetro de marfil en forma de cayado de pastor encontrado en una
tumba real predinástica de Abedyu; y, de hecho, el cayado pasaría a identificarse
tan estrechamente con la soberanía que llegaría a adoptarse como el signo
jeroglífico para designar el término gobernante. Junto con el flagelo o mayal —
un bastón con cuerdas nudosas o tiras de cuentas en uno de sus extremos—,
pasaría a simbolizar el rango de la realeza, y más concretamente el deber del
monarca tanto de contener como de estimular a su rebaño. Estos dos elementos
clave entre los ornamentos reales delatan los orígenes prehistóricos de la
civilización egipcia: rememoran un pasado en el que los medios de subsistencia
estaban dominados por la ganadería, y en que el hombre que llevaba el cayado y
el mayal —es decir, el hombre que controlaba los rebaños— era el jefe de su
comunidad. Parecidos ecos se oyen en otro peculiar atributo que ostentaba
Narmer en ambas caras de la paleta: un rabo de toro. Con él se pretendía