Page 66 - Auge y caída del antiguo Egipto
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deseada  de  la  realeza  ante  el  pueblo.  De  hecho,  resultaban  especialmente
               efectivas en un país como Egipto, donde hasta un 95 por ciento de la población

               era analfabeta. Sin embargo, en el mundo antiguo era raro —si es que llegaba a

               suceder alguna vez— que la principal amenaza a un rey proviniera de las masas.
               Las personas con las que un monarca tenía que procurar llevarse bien eran, sobre

               todo, sus más estrechos colaboradores. El pequeño grupo de altos funcionarios

               cultos  que  dirigían  la  administración  se  hallaban  en  mejor  situación  que  la

               mayoría para plantear una amenaza al vigente rey. Obviamente, en general tales
               individuos debían su posición, su estatus y su riqueza al patrocinio real, y, en

               consecuencia,  tenían  un  especial  interés  en  mantener  el  statu  quo.  Pero,  en

               cualquier  caso,  los  magistrales  propagandistas  reales  de  Egipto  diseñaron  un
               medio sutil de fortalecer el papel de la realeza entre la clase culta; y, de paso,

               elevaron el rango del monarca a una posición virtualmente inexpugnable.

                  La solución estaba no en la iconografía, sino en la escritura. Los jeroglíficos

               se desarrollaron inicialmente a finales del período prehistórico con una finalidad
               bastante  prosaica:  facilitar  el  mantenimiento  de  registros  y  permitir  el  control

               económico de un territorio geográficamente extenso. Pero pronto se advirtió el

               potencial ideológico de la escritura. Así, por ejemplo, en la paleta de Narmer se
               emplean  signos  para  identificar  a  los  principales  protagonistas  (el  rey,  sus

               seguidores y sus enemigos) y para rotular las escenas principales. Las palabras

               podían emplearse exactamente con la misma facilidad para transmitir la esencia
               fundamental  de  la  realeza  mediante  títulos  reales.  En  el  mundo  occidental

               contemporáneo,  los  títulos  generalmente  han  perdido  su  antigua  potencia,

               aunque todavía hay algunos, como los de «comandante en jefe» o «defensor de
               la fe», con resonancias de una antigua época de deferencia y rígidas jerarquías.

               En  el  antiguo  Egipto,  en  cambio,  los  nombres  y  los  títulos  tenían  una  gran

               importancia, y el desarrollo inicial del conjunto de títulos regios vino a explotar

               plenamente este potencial.
                  El más antiguo de todos los títulos reales, en uso incluso antes de la época de

               Narmer,  era  el  de  Horus,  que  identificaba  explícitamente  al  rey  como  la
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