Page 220 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Cuando a uno comienzan a dolerle los pies, si piensas en ti puedes curarlo. Yo
                pienso en mí, cura mis pies.  ¡Tome la tierra la enfermedad, que la salud permanez­
                 ca aquí, en mis pies! ¡Que se cante esto veintisiete veces, que se toque la tierra, se es­
                 cupa y se cante en ayunas!

            Se ha pensado que los dolores aludidos podrían ser debidos a un ataque de gota,
         aun cuando para aliviar esta enfermedad recurrieron a la práctica del termalismo, al
         que se aludirá después.
            Han llegado igualmente, por vía latina, fórmulas para la reducción de fracturas
         óseas e incluso jaculatorias para favorecer la maduración y cura de los forúnculos, se­
         gún señaló el patólogo clínico L. Sterpellone.


         Lafarmacopea

            Al decir de Teofrasto en su Historia Plantarum (IX,  15), Etruria fue fecunda en plan­
         tas medicinales,  sabiendo obtener de ellas preparados farmacológicos curativos, anal­
         gésicos e incluso anestésicos. Tales preparados corrían a cargo de específicos y versa­
         dos colegios sacerdotales, que poseían el secreto de su fabricación, si aceptamos lo di­
         cho por Varrón. A tales afirmaciones, corroboradas por la representación de algunas
         plantas en las pinturas funerarias y vasculares, deben añadirse los testimonios de Pli­
         nio  el Viejo (Nat. Hist., VII, 2) y de su coetáneo, el médico griego Dioscórides (De
         Materia médica, I, 3).
            Con ellas se supone que hicieron los más variados ungüentos, emplastos y prepa­
         rados, con los que trataron de curar diferentes enfermedades. Por desgracia, su exac­
         to uso medicinal se ignora.
            Se tiene noticia de algunas plantas muy utilizadas en farmacopea, entre ellas, el
         efémero, lirio hediondo y venenoso, pero rico en tanino, alcaloides, fósforo y pota­
         sio, del que extrajeron sedantes, cicatrizantes y hemostáticos; el millefolium o milen­
         rama, con cuyo jugo mezclado con grasa de cerdo se fabricaron pomadas para curar
         heridas y consolidar tendones; y la typha,  muy abundante en las  zonas húmedas y
         pantanosas, planta de la que se ignora qué ventaja medicinal se obtuvo de ella (¿as­
         tringente?).
            Conocieron, en opinión de L.  Sterpellone, los beneficios de otras muchas plan­
         tas y hojas. Entre ellas, el laurel para combatir las hemorragias, el catarro y la diarrea;
         el ciprés para la tisis; la hiedra para desinfectar y curar úlceras; el nardo como sedan­
         te e hipnótico; la amapola, también como  sedante;  el pino  como cicatrizante, y el
         convólvulo, de efectos purgativos.
            Servio (AdAen., II, 787) recoge una cita de Varrón recordando que una pomada
         etrusca era capaz de curar las plantas de los pies quemadas por carbones ardientes.
         Plinio el Viejo (Nat. Hist., XIV, 2), a su vez, dice que los etruscos usaban las semillas
         de lino para elaborar un fármaco. Por otra parte, del triticum spelta se obtenía una ha­
         rina que mezclada con otros ingredientes (entre ellos, almidón etrusco) daba un pro­
         ducto muy querido como cosmético por las mujeres. El poeta Ovidio, como se indi­
         có en el capítulo anterior, lo recuerda en sus consejos de belleza (Medicaminafa­
         ciei, I, 53-65).
            Con las resinas de diferentes árboles se fabricaron variados perfumes y pomadas
         aromatizadas.  En Roma se solía vender una afamada «tierra de Etruria»,  especie de
         emplasto preparado con arcilla y cenizas, que se aplicaba a la piel.


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