Page 222 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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HastiAfuna, conocedora del final de sus días a causa de una enfermedad, recurrió a
         despedirse de sus seres queridos para así prolongar su vida en su propia familia. Por
         detrás de la difunta (lado derecho) aparece el demonio del Destino; en el otro extre­
         mo se ve la puerta de los Infiernos, entreabierta, en la que se halla  Culsu.  Vanth con
         su gran llave está vigilándola.
            La esperanza de vida,  en cualquier caso,  fue bastante alta,  calculada en unos
         44 años para los hombres y en unos 47 para las mujeres de la Etruria meridional y en 41
         y 40, respectivamente, en la Etruria general, de acuerdo con el material epigráfico y
         antropológico manejado (M. Nielsen). No faltaron tampoco casos de gente longeva,
         como el del soldado Laris Felsnas, que llegó a vivir 106 años.



         La quema de seres vivos

            Por el erudito romano Macrobio, perteneciente a la escuela del neoplatonismo,
         y que vivió a finales del siglo iv de nuestra era, tenemos la noticia (Saturnalia, III, 20)
         de que los seres animales y humanos nacidos con deformaciones físicas (catalogados
         como prodigia) eran quemados vivos. Aquella quema, sin embargo, debía efectuarse
         con arbustos y maderas consideradas infelices.  Entre ellas, el higo oscuro, los árboles
         que daban bayas negras, el ciruelo y el arbusto espinoso.



         Sacrificios infantiles
            Otro asunto significativo —subrayado por M. di Fazio en un reciente estudio—
         es  el relativo  a si los  etruscos  efectuaron  sacrificios  infantiles,  tan recordados  en el
         mundo antiguo según las fuentes y aplicados a distintos pueblos.
            Por Macrobio (Sat., I, 7), antes citado, se sabe que Junio Bruto había puesto fin a
         los  sacrificios  de  niños  efectuados  bajo  el régimen  de los Tarquinios,  sustituyendo
         aquel ritual cruento mediante ofrendas de imágenes.
            A esa referencia textual debe añadirse lo aportado por la Arqueología, que pare­
         ce confirmar el rito de los sacrificios infantiles, si bien de modo muy poco significa­
         tivo, dado que no se conocen hasta ahora deposiciones de niños en fase precedente
         a la dentición.
            Sabemos que en la Etruria villanoviana fue generalizado el enterramiento de ni­
         ños tanto en las necrópolis —aunque diferenciados de las deposiciones de adultos—
         como bajo el pavimento de las viviendas, costumbre que alcanzaría los tiempos his­
         tóricos. En el caso concreto de Tarquinia, en su interior urbano se localizó un com­
         plejo monumental en el cual se hallaron algunas sepulturas infantiles fechables entre
         los  siglos viii y vi  a.C. Aparecieron los  restos  con malformaciones  de un  niño  de
         ocho años —albino y encefalopático— y cuatro neonatos o fetos (C. Chiaramonte
         Treré).
            Dado el tipo de enterramiento de tal niño, se ha pensado en los prodigia a los que
         los etruscos tan atentos estaban. Tito Livio (XXVII, 11) recogió, entre otros prodigios,
         el nacimiento en Roma de un niño anormal —con cabeza de elefante— en el si­
         glo m a.C., prodigio que sería expiado etrusco ritu con el sacrificio del neonato.
            Los enterramientos de los niños tarquinienses eran pobres en ajuares, hecho ex­
         plicable, bien por pertenecer a familias humildes, bien debido a su corta edad y no


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