Page 221 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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El termalismo
Los etruscos combatieron determinadas enfermedades (entre ellas, las que afecta
ban a la piel, la cistitis, la artritis, la artrosis y otros reumatismos, la blefaritis, la gas-
troduodenitis, la hipertensión, la obesidad y la gota) mediante la práctica del terma
lismo, habida cuenta la riqueza de surgentes y manantiales en el país. Muy famosas
fueron las Fontes Clusini —recomendadas al poeta Horacio por A. Musa, el médico
de Augusto—, las Thermae Caeretanae, las Aquae Volaterranae, las Aquae Apollinares,
las Aquae Populoniae, las Aquae Passerianae, las Aquae Ardeatinae, las Aquae Nepesinae, las
Aquae Tauri y las Aquae calidae ad Vetulonias, todas ellas muy bien conocidas luego
por el gran mundo romano, que no dudó en resaltar las virtudes particulares de algu
nas de ella, caso de una fuente cercana a Falerii que, según Plinio el Viejo (Nat.
Hist., II, 230), una vez bebidas volvían a los bueyes blanquísimos.
Las indicadas aguas, al parecer, se tomaban en baños, bebidas o en apósitos.
Nada se puede decir acerca de la periodicidad de su uso ni tampoco de las instalacio
nes que se habrían construido en torno a las mismas.
Las enfermedades
En cualquier caso, se está muy mal informado acerca de las enfermedades y de
fectos físicos que hubieron de padecer. La plástica y las pinturas apenas han dejado
representaciones alusivas a estos temas. Pueden citarse la figura del enano Amtha,
acondroplásico, presente en la Tomba Frangois de Vulci, en donde se le figuró junto a
su señor, el noble etrusco Vel Saties, y también unos cuantos espejos (de Tarquinia co
nocemos dos que representan, respectivamente, las figuras patológicas de un hombre
macrocéfalo y de otro jorobado y raquítico).
No debe olvidarse el motivo de los pigmeos combatientes, frecuente en las keUbai
del grupo de Volterra y en algunas cráteras de columnitas del Pittore di Hesione, cera-
mógrafo volterrano del siglo iv a.C., que tanto pueden aludir a enanismo real como
a luchas fabulosas imaginadas, ni tampoco las figuras de pugilistas de pronunciado
vientre (Tomba degli Auguri, Tomba del Citaredo, Tomba Cardarelli), ni la serie de estatuas
funerarias, hoy en los museos de Florencia, Chiusi y Volterra, por ejemplo, que figu
ran a otros tantos etruscos extraordinariamente obesos, reproduciendo claramente tal
patología.
Se sabe por los estudios efectuados en Pontecagnano (Salerno) que la incidencia
de la anemia alcanzó casi al 10 por 100 de la población, cifra que podría extrapolar
se a todo el ámbito etrusco. Diferentes restos óseos de diversos lugares muestran se
ñales de artritis, espondilitis, osteoporosis, polio e incluso tuberculosis.
Conectado con el problema de las enfermedades no deja de impactar el sarcófa
go de HastiAfunei, hallado en Chiusi y hoy en el Museo de Palermo. Tal mujer, que
vivió a finales del siglo ni a.C., aparece —lamentablemente acéfala— vestida y recos
tada en la tapadera de su sarcófago. Asimismo, y con lujosos atavíos, vuelve a ser fi
gurada en el mediorrelieve del frontis en el acto de despedirse de sus familiares, to
dos ellos singularizados con sus nombres: su padre Larth Afuna, su madre LarthiPur-
nei, su esposo VelArntni, su hermano Larce Afuna, y otros más (CIE, 1812). Tal vez,
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