Page 244 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Los banquetes y  su ideología

            En la etapa orientalizante, aquellos banquetes y espectáculos definían el estatus
        de las grandes familias etruscas que no tenían inconveniente en enterrar copiosos bienes
        de lujo y riqueza junto a sus difuntos. Aunque dichos bienes, atesorados en las tum­
        bas, sólo iban a tener función religiosa —y en ningún caso económica—, a la noble­
        za poco le importaba. Le bastaba con que los familiares los vieran en el momento del
        sepelio o en los periódicos banquetes que se iban a celebrar o que la opinión públi­
        ca tuviera noticia de la cuantía de los mismos.
           En épocas posteriores, a partir del siglo v a.C., y aunque al parecer no se dictaron
        leyes antisuntuarias, la propia marcha económica hizo que disminuyera el lujo de las
        necrópolis y de las singulares tumbas, si bien siempre se mantuvo la diferenciación
        de la riqueza reflejada externamente en las tipologías arquitectónicas. Lo mismo cabe
        decir de los banquetes  (restos en la tumba «A» de  Casa Nocera,  en Casale Maritti-
        mo), espectáculos y juegos que habían ido tomando carta de naturaleza ya desde la
        etapa villanoviana. Juegos  que quizá tengan su prueba en un dinos del Museo  de
        Los Angeles y en el carrito de bronce, que ya conocemos, de la necrópolis de Olmo
        Bello de Bisenzio, en el cual M. Torelli ve «todos los elementos de la ideología de la
        naciente aristocracia etrusca, la guerra (con su reproducción para el ritual funerario
        en los juegos gladiatorios) y la caza».
           En cualquier caso, sabemos que dichos banquetes tenían lugar, por lo común, en
        el interior de las tumbas, si éstas tenían capacidad para ello, o bien se celebraban fren­
        te a la fachada de las mismas, que se adornaban con cintas y guirnaldas, o bien bajo
        una tienda levantada para la ocasión o, sin más, al aire libre. Eran servidos por escla­
        vos y esclavas de deslumbrante belleza y en los mismos participaban en pie de igual­
        dad hombres y mujeres,  quienes,  cubiertos con coronas de hojas y flores, tendidos
        en lechos y, luego, a partir del siglo v a.C., sentados, daban buena cuenta de las car­
        nes, hortalizas, frutas y vino dispuestos al efecto.
           Estas comidas, que aun contando con la próthesis (exposición) del difunto, debían
        transcurrir en animada conversación, estaban amenizadas  con música y bailes,  que
























                                  Escena de banquete etrusco.

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