Page 252 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Dichas prácticas de culto funerarias, popularizadas sobre todo a raíz de las in
fluencias griegas, poseyeron un indudable sentido religioso, tendente a asegurar la su
pervivencia de los difuntos en el Más Allá. Quedaban, no obstante, muy lejos de las
magnas ceremonias que, sin duda, antes del siglo V a.C., habrían celebrado los gru
pos gentilicios, en las imponentes tumbas de Tarquinia, Caere, Cortona y otros mu
chísimos lugares, en honor de sus antepasados comunes; prácticas con las cuales,
además de cohesionar su identidad de grupo, elevaban al antepasado o antepasados
a la categoría de héroes, cuya grandeza, por extensión, revertiría social y políticamen
te en los descendientes.
Tal culto al héroe ha sido puesto de relieve por F.-H. Massa-Pairault, autora que,
aunque con reservas, admite dicha práctica religiosa, a imitación de lo que ocurría en
Grecia.
Uno de los túmulos de Tarquinia —el de Poggio Gallinaro— hubo de adquirir
en su etapa orientalizante un significado político excepcional. En su interior fueron
halladas tres dobles hachas votivas de bucchero·, cinco estatuillas de lloronas, de impasto,
y tres plectros de marfil. El anónimo difunto allí enterrado, cuyo poder como rex —pre
sumiblemente, de Tarquinia— quedaba significado por las hachas, asimismo habría
sido objeto de una lamentación ritual (las lloronas), musicalmente ritmada (los plec
tros). Su tumba vendría a ser el símbolo de la unidad de la ciudad (¿formada por tres
entidades políticas, una por hacha?) en torno a su héroe, a quien se le habrían tribu
tado las correspondientes honras funerarias.
Con posterioridad, se produjeron ya claras prácticas de heroización, asociadas a
symposia y a principios órfico-dionisíacos y pitagóricos, que pueden deducirse de las
escenas presentes en algunos espejos (uno, de Vulci, con Dioniso (Bakchos) y Séme-
le; otro, de Nápoles, con el nacimiento de Dioniso), en algunas cerámicas (ánfora del
Museo de Giessen) y en unos cuantos sarcófagos (uno de ellos, muy interesante, de
Tarquinia, hoy en Florencia, y al que se ha aludido en páginas anteriores).
Esta última pieza, del siglo iv a.C., recoge en el relieve de su parte frontal una es
cena en la que una difunta, recostada y en trance de leer el contenido de un volumen
que tiene desenrollado (hieroi lógoi), es amenazada por una de las serpientes aladas que
marcaban el final del mundo y, por tanto, la Ultratumba. Turms Aitas —el servidor
del Hades—, también recostado y detrás de ella, levanta la mano para tranquilizar al
animal y permitir que tras la lectura de los «santos misterios» acceda al estatus heroi-
zado o divino. En el relieve de la parte posterior se ve a la difunta —que ya ha sido
admitida en el Más Allá— jugando al kóttabos en compañía de su esposo, que hubo
de morir, lógicamente, con anterioridad. Ambos personajes se hallan encuadrados
entre las dos serpientes aladas.
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