Page 405 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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para,  una vez  sabida,  adoptar de  modo  adecuado  las  disposiciones  que  debían se­
        guirse, esto es, invocar la ayuda o el perdón.
           En el supuesto de los arúspices, su labor puede resumirse en cuatro apartados:
        1) identificación del dios —o de los dioses en su caso—, cuya cólera había hecho ne­
        cesaria la intervención y consulta del arúspice; 2) análisis de los motivos que habían
        provocado la cólera del dios o de los dioses; 3) evaluación de los peligros que los sig­
        nos anunciaban, previo examen del hígado de una víctima, y 4) programa de ceremo­
        nias expiatorias para apaciguar al dios o dioses y así alejar los peligros anunciados por
        las señales.
           De hecho,  todo  el proceso religioso funcionaba como una verdadera ciencia,
        dándole a este concepto el valor que le hubo de conferir la Antigüedad. También
        podría decirse que la ciencia para los etruscos fue el arte de comprender la volun­
        tad divina, siendo, pues, la ciencia toda ella religión, si se  acepta lo dicho por Sé­
        neca (Quaest. Nat., II, 32), quien indicó que los etruscos sometían todas las cosas a
        los dioses.
           Pero siendo la religión etrusca una religión fatalista no se comprende muy bien
        el porqué de la rígida observancia de los ritos que debían ser cumplidos en determi­
        nadas fechas. El famoso Liber linteus de Zagreb, al que luego se aludirá, contiene diferen­
        tes  ceremonias rituales  que debían cumplirse  en días concretos en honor de  dife­
        rentes dioses.  F. Roncalli, por su parte, ha detectado la presencia de tales «libros de
        lino» en diferentes monumentos etruscos, lo que habla de la difusión de los calenda­
        rios de culto y de los ritos.  Se trata de figuraciones en piedra de pliegues de tejidos,
        doblados varias veces, y que adoptaban la forma de un cojín.
           Ahora bien, si el Destino lo fijaba todo, ¿de qué servían los ritos y los conjuros?,
        ¿de qué los calendarios? Al parecer con tales reglamentaciones lo único que el sacer­
        dote podía lograr —si conocía los preceptos y los ritos— era demorar las desgracias.
        Y esa posibilidad la facilitaba una serie de libros que recogían las normas que debían
        cumplirse, normas que abarcaban todos los campos de la actividad humana y que de­
        bían dominar los sacerdotes. Elló motivó que los etruscos, controlados por sus diri­
        gentes clericales —éstos en conexión muy directa con el poder político de la ciudad
        respectiva— vivieran en una constante teocracia al igual que vivieron los egipcios y
        los hebreos.



        La v o l u n t a d   d e  lo s  d io se s

           La relación entre el hombre etrusco y los dioses se reducía a un monólogo man­
        tenido exclusivamente por la divinidad. Por lo que sabemos, el hombre estaba priva­
        do  de actuar con iniciativa propia en el campo religioso;  tan sólo podía recurrir al
        cumplimiento  escrupuloso  de las normas exigidas por los  dioses.  Sin embargo, los
        etruscos creyeron que la voluntad divina se podía averiguar gracias al estudio de una
        serie de textos que formaron la Etrusca disciplina.
           Tal Disciplina, transmitida por vía hereditaria e interpretada de modo adecuado,
        facilitaba conocer la intención de la divinidad, el mensaje divino, presente—según
        se creía— en determinadas «señales» que se podían observar sobre todo en el híga­
        do de animales sacrificados (Libri haruspicini), también en los rayos (Librifulgurales),
        en los vuelos de las aves  (auspicia) y en otros prodigios sobrenaturales (Libri osten­
        taría).

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