Page 420 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Dejando de lado los millares de figurillas de bronce y plomo figurando a oferen­
         tes y depositadas en santuarios y templos —ejemplares estudiados por G.  Colonna,
         E.  Richardson y A. Romualdi, entre otros—, los exvotos más comunes, sin plantea­
         mientos  estéticos  de ningún tipo,  reproducían,  de hecho, la totalidad  de las partes
         anatómicas humanas, entre ellas, cabezas, torsos, piernas, pies, brazos, manos, cora­
         zones e incluso tráqueas, no faltando tampoco hígados, úteros, penes,  testículos ni
         intestinos. Muchos de aquellos exvotos han sido perfectamente analizados por P.
         Decouflé yj. Macintosh. Incluso se depositaron figurillas con incisiones que dejaban
         ver casi todos los órganos internos, al igual que placas de terracota con la representa­
         ción de diferentes órganos (conjuntos «poliviscerales») a los que se aludió en páginas
         anteriores.
            El uso de tales piezas —que evidenciaban señales inequívocas de una religión po­
         pular que sabía dar gracias por los beneficios recibidos y solicitar remedios para sus
         desgracias— se difundió ya en la época arcaica, siendo Veyes, Tarquinia y Caere los
         lugares en los que se detecta una mayor entrega de dichos exvotos. A partir del si­
         glo iv a.C. puede decirse  que  se  extendió aquella costumbre por todo  el  territorio
         etrusco, excepto por el área septentrional, adonde llegaría su utilización mucho más
         tarde, durante la etapa helenística.
            Entre los más famosos exvotos llegados, hay que recordar los bronces de Brolio,
         en el valle del Chiana, los  de Pozzarello  (Bolsena), los del monte Falterona, los  de
         Caere —magnífico un Lanzador de jabalina, hoy en París— y los de Campetti (Veyes).
         Entre las piezas singulares baste recordar dos por su extraordinaria calidad, ya vistas
         anteriormente. Una es la estatuilla de un niño (26 cm de altura) que porta bulla dis­
         coidal colgada al cuello y una paloma en la mano,  conocida como Putto  Graziani,
         procedente de las cercanías del lago Trasimeno, y hoy en el Museo Vaticano, pieza
         que fue dedicada a la divinidad Tece San's; y la otra, el famoso e impresionante Orador,
         popularmente denominada l Arringatore,  del que ya hablamos.
            Tampoco faltaron entregas  de exvotos simplemente  artísticos,  como la Qitimera
         de Arezzo, ofrendada a Tinia por parte de alguna familia aristocrática, cuyo nombre
         ignoramos, o el Marte de Todi, cuya inscripción en lengua umbra está grabada con
         letras etruscas.  Gracias a la misma sabemos que un tal Ahal Trutitis,  como  tuvimos
         ocasión de señalar, había entregado la estatuilla en calidad de don.
            No faltaron en las favissae de los santuarios, a partir del siglo iv a.C., exvotos en
         forma de figuritas de divinidades etruscas, que adoptaban tipos físicos, disposiciones
         y actitudes de los dioses griegos, caso del Aplu de Ferrara (hoy en París), dedicado por
         Fasti, esposa de Rufri, en agradecimiento de algún bien recibido por su hijo.
            De todos modos, al ignorar los específicos poderes de los dioses, es muy difícil
         establecer un código para poder relacionar exvotos con precisas y concretas divinida­
         des. Sí podemos decir, por ejemplo, que Turan estaría especializada en ámbitos eróti­
         cos y matrimoniales (cipos, pechos, manos, estatuillas de parejas) y Uni en el de la re­
         producción (úteros, penes, niños).



         El « m u n d u s»
            Un elemento religioso importante, estudiado por C. Dognini desde un punto de
         vista etimológico,  lo constituyó  el mundus,  vocablo  de origen etrusco  (raíces  mun-,
         munth- =  «fosa de comunicación con el mundo subterráneo»), que también los roma-


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