Page 423 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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vivos y la marcha hacia aquella sombría ciudad e incluso, en unos pocos casos, su
llegada.
La frecuencia de la temática marina en el contexto funerario podría explicar, en
parte y a partir del siglo vi a.C., la creencia de que el mar o, si se quiere, el Océano
—que marcaban por entonces los límites de la tierra conocida— constituyeron el lu
gar de paso o frontera por excelencia entre el mundo de los vivos y el de los muer
tos, frontera líquida repleta de peligros y con la presencia siempre de monstruos ma
rinos más o menos pisciformes. En ese sentido, la ciudad de la Ultratumba se halla
ría más allá del Océano, en un punto incierto, fuera del ámbito conocido.
Muy probablemente, los Libri Acheruntici describirían el itinerario que había de
recorrer el difunto hacia aquella ciudad sin retorno, que sabemos estaba protegida
por murallas, en las que se abría una gran puerta. Para la representación de ésta po
demos recurrir al sarcófago de Hasta Afunei, de Chiusi (hoy en el Museo de Palermo),
del que se habló en páginas anteriores, y en el que se veía la puerta del Infierno etrus
co protegida por Vanth y ante la cual Culsu esperaba la llegada de la difunta Afunei, o
a la pintura de una tumba de Tarquinia (la número 5636), ya tardía, del siglo n, en
la que se la figura de medio punto, cerrada y constituida por dos altas hojas refor
zadas con listones metálicos y clavos remachados. En la escena aparecen, además
del difunto y sus deudos, los demonios Charu(n) y Vanth. Y también en el sarcófa
go Bruschi, de Tarquinia, en cuyo relieve se presenta la puerta, asimismo, de medio
punto, sobre un lienzo de muro almenado, pero entreabierta, esperando la llegada
del difunto que, a caballo, y entre los consabidos demonios Charu(n) y Vanth, se
halla en sus inmediaciones.
Sin salimos de Tarquinia, la Tomba degli Demoni Azuni, en la necrópolis del Cal
vario, recoge en uno de sus frescos las cercanías de la ciudad del Más Allá, figuradas
por una roca que separa dos ambientes acuáticos —aparece también la barca de
Charu(n)—, imagen visual muy semejante a la descrita por Homero en la Odisea
(X, 515), en uno de cuyos pasajes Circe le indica a Ulises la entrada del Hades, un lu
gar en el que los ríos Piriflegetón y Kotyto, separados por una roca, desembocaban
en el Aqueronte. Parecida temática presenta uno de los frontones de la Tomba dei Tori en
el que se ve, frente a una masa rocosa con algunos árboles (identificable con una es
pecie de «Isla de los Bienaventurados»), a un hombre totalmente desnudo que cabal
ga sobre un hipocampo, escoltado por un pájaro y un monstruo pisciforme, escena
que tiene lugar sobre la sinuosa línea del mar.
Muy otro es el significado ritual y simbólico de las falsas puertas que se incluye
ron en la ornamentación pictórica de diferentes tumbas, asociadas por lo general a
árboles y arbustos. En estos paisajes vegetales, casi constantes en las tumbas hasta el
siglo iv a.C., A. Rouvert ha visto una delimitación de espacios sagrados y no un sim
ple complemento ornamental, como podría deducirse de la precitada Tomba dei Tori,
cuyos árboles al presentar diferentes aspectos evocan —a primera vista— el ciclo na
tural de la vegetación.
La presencia de las falsas puertas pintadas (como en la Tomba degli Auguri de Tar
quinia, primera en la que aparece este motivo, o en las de Poggio al Moro y del Colle,
ambas en Chiusi), prescindiendo de su simple significado decorativista o arquitectó
nico, tal vez señalaría el primer paso del viaje a la ciudad del Más Allá, para el cual
era preciso abandonar la tumba a través de dicha puerta que, si cerrada era una fron
tera infranqueable entre el mundo de los vivos y el de los muertos, una vez traspasa
da por el alma le permitía a ésta iniciar el viaje al otro mundo.
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