Page 157 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
P. 157
y acción se encuentran en su mayoría en las fronteras del imperio, em
peñados en las tareas de la política exterior, han de cerrar filas, olvidar
las rencillas y desigualdades que lo conformaron y recurrir a cualquier
ayuda efectiva para taponar las grietas. Pompeyo estará dispuesto a
prestarla.
Otro ejemplo de las posibilidades de promoción individual de la
fragmentada nobleza silana es, con Pompeyo, Craso. Dueño de gigan
tescos recursos de poder, proporcionados por sus riquezas, Craso no
es sólo el hombre de negocios, avaro y oportunista, dedicado exclusi
vamente a amasar y acrecentar una fortuna. La potentia de Craso es in
vertida en fines políticos, si somos capaces de matizar el significado
del adjetivo «político»: puesto que utiliza los recursos de su fortuna
para extender, por un lado, sus clientelas populares, recuperables en la
forma de apoyo político; por otro, los préstamos que otorga a las fa
milias nobles en trance de ruina le permiten controlar parte de la no
bilitas·, pero su influencia y relaciones se extienden también a los nú
cleos capitalistas del orden ecuestre, por obvias razones de intereses, y,
sobre todo, a esta nueva nobleza, sin conexiones y sin historia, pro
ducto de la reforma silana. Craso es el aristócrata conservador, cuya
aguda visión de los negocios mira también en política hacia el futuro.
Dos graves problemas con los que Roma hubo de enfrentarse en
la década de los 70, la rebelión servil de Espartaco y la aventura de Ser-
torio en Hispania, resueltos respectivamente por Craso y Pompeyo,
hicieron de los dos políticos los hombres más fuertes del momento.
El odio que mutuamente se profesaban no era obstáculo suficiente
para anular una cooperación temporal en orden a la obtención del
consulado. Ambos contaban con facciones poderosas que, en parte,
se correspondían. Conocemos las de Craso; Pompeyo, por su parte,
tenía apoyos en la nobleza senatorial, y, recientemente, había extendi
do sus clientelas en las provincias. Por otra parte, no sólo era en ese
momento el general más experimentado, sino también el político con
mayores probabilidades de éxito. En su mente no estaba destruir el ré
gimen de Sila, si el senado no cedía, sino precisamente aplicar sus lec
ciones, que pasaban por una solución política, por supuesto, con el la
tente chantaje de un ejército leal a sus espaldas. Pompeyo logró aunar
a partidarios influyentes de varios grupos políticos, entre los que se in
cluían tribunos populares, representantes de la alta aristocracia y caba
lleros, pero además —y ésta fue la decisiva acción política— olvidó
rencores personales para apoyar la candidatura de Craso como colega,
lo que, indirectamente, amplió aún más sus bases.
Con estos apoyos, Pompeyo y Craso consiguieron efectivamente
164