Page 161 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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el entierro de su esposa, y, cómo, durante su edilidad en el 65, restau­
       ró los trofeos y monumentos, retirados por Sila, que conmemoraban
       las victorias de Mario sobre los germanos. Pero, sobre todo, César se
       convirtió en un ferviente partidario de los ataques contra el régimen
       silano,  que, más que programa político, era ostentosa proclamación
       de su oposición a Sila y a la oligarquía por él creada: en las cortes, per­
       sigue con celo a oficiales silanos; en el foro, apoya las exigencias de
       restauración de los derechos políticos para los hijos de los proscritos
       por Sila. César busca metódicamente la admiración del pueblo, y es
       por ello un claro exponente del camino político al que Cicerón des­
       pectivamente trata de popularis via, pero sin comprometerse jamás por
       encima de ciertos límites. Pero, en todo caso, los progresos políticos
       de César son un modesto avance frente a otras personalidades como
       Pompeyo y Craso, ante las cuales no cabe comparación.
          Precisamente  será  Pompeyo,  cuyas  victorias  y  prestigio  obran
       como un poderoso imán en la atracción de otros políticos dentro de
       su  órbita,  el  objetivo  elegido  por el joven político  como  trampolín
       para futuras promociones, y es en su facción, aunque con las reservas
       de una ambición que le impide resignarse al simple papel de compar­
       sa, donde hemos de enmarcar, en los años 60, la figura de César.



       Catilina

          En cuanto a Catilina, nacido en el 108 a.C., era sólo dos años ma­
       yor que Cicerón y Pompeyo. Sus comienzos políticos nos introducen
       ya en la problemática que marca a toda su generación.  Una genera­
       ción que creció en la atmósfera cargada de tensión de los años de cam­
       bio de siglo, que vivió en la juventud un decenio de guerras y convul­
       siones en suelo italiano como consecuencia de la guerra social y de la
       lucha  entre  marianos  y  silanos;  que,  en  el  año  78,  con  la  muerte
       de Sila, llegó ella misma al poder y protagonizó la historia romana
       hasta el año 44.  Se trata de la «última generación de la República»,
       que, a lo largo de toda su existencia, jamás vivió tiempos auténtica­
       mente normales y que, en los años decisivos de la juventud, sólo co­
       noció revolución, decadencia, cuando no disolución de las viejas or­
       denaciones,  desbocamiento  de  fuerzas  bestiales,  triunfo  del  poder
       brutal.
          Su primera escuela de formación política fue el campamento de
       Pompeyo Estrabón, el barón del Piceno, que, con Sila, reprimió la ex­
       plosión de descontento de los aliados en la «guerra social», y en ella

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