Page 163 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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su vuelta de África como consecuencia de la nueva constelación que
había ido cristalizando no bien desaparecido Sila. En efecto, como he
mos visto, el descontento popular contra el régimen silano no tardó
en alzar voces críticas contra algunas de sus disposiciones, como el
tema de los tribunos de la plebe y de los jurados, pero también contra
la miseria social creada por el dictador y, sobre todo, contra los nue
vos elementos de la oligarquía, acaparadores del poder, la factio pauco
rum:, de la que se puso en duda su legitimidad. Si en un principio este
descontento apenas significó otra cosa que difuso malestar, expresado
aquí y allá por jóvenes populares, deseosos de abrirse camino en la po
lítica como exponentes de una oposición heterogénea, el consulado
de Pompeyo y Craso, en el 70, demostró que las criaturas de Sila difí
cilmente podían mantener los hilos del poder hilvanados por las dis
posiciones tiránicas del dictador, frente a las nuevas fuerzas, generadas
paradójicamente por el ejemplo silano. Las aspiraciones ambiciosas de
ambos líderes terminaron por chocar con la oligarquía dirigente y sir
vieron como punto de cristalización de todos los elementos descon
tentos con el régimen de lafactio paucorum. El ventus popularis que, con
la alianza interesada y llena de suspicacias de los dos cónsules, sopla
ba en Roma arrastró las disposiciones de Sila sobre el tribunado y los
jurados y barrió del senado a más de medio centenar de esbirros del
dictador.
Las ambiciones de Craso
Es cierto que el pacto Craso-Pompeyo pronto se deshizo, y la oli
garquía pudo albergar la ilusión de que volvía a tomar las riendas del
poder en sus manos, aprovechando la forzada permanencia de Pom
peyo en Oriente. Pero también Craso, como hemos visto, quiso apro
vechar esa ausencia para crearse una posición en Roma, parangonable
a la de su rival, Pompeyo, y de este modo, a partir del 66, se perfilaron
tres grupos opuestos, los partidarios del viejo régimen y los seguidores
de los dos rivales, Craso y Pompeyo, sin fronteras claramente defini
das, donde los políticos desarrollaron un juego versátil y oportunista,
atento a intereses personales y cuidadoso de evitar compromisos irre
versibles, que pusiera en peligro su futuro ante cualquier eventual ga
nador.
Que las fuerzas en litigio parecían equilibrarse lo muestra el resul
tado de las elecciones del año 66. Si bien Craso logró la censura, se vio
obligado a aceptar como colega al optimate Catulo. César fue nombra
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