Page 268 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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proponen un relato ideal del príncipe y reconocen en dicho persona­
       je un ejemplo laudable de sagacidad y entrega a la causa del Imperio45.
          Al obispo de Milán le interesa destacar de Teodosio su papel de
       baluarte cristiano en el seno de la sociedad romana; así, frente a lo que
       pensaba Ammiano con respecto a Juliano, ni Roma ni el Imperio se
       pueden considerar soportes de la misma, de modo que la existencia de
       Roma se explicaría sólo por su sumisión a la autoridad de la jerarquía
       cristiana46.
          Rufino de Aquileya, por su parte, establece una relación evidente
       entre la militancia cristiana y el buen emperador, cuyo modelo con­
       creta en Teodosio y que se caracteriza por un conjunto de virtudes (en­
       tre ellas la fides, la religio y la munificentia), así como por la humildad
       (expresada a través de la penitencia pública que le impuso Ambrosio
       tras la matanza de Tesalónica), su mansedumbre y el rechazo de todo
       atisbo de venganza47.
          El objetivo de Rufino estriba en presentar el devenir de los acon­
       tecimientos como resultado de un combate mantenido por Dios para
       implantar su ley y su gobierno entre las poblaciones que se niegan a
       reconocerlo; es decir, se trata de una historia de tintes providencialis-
       tas, en la que el hombre aparece como simple vehículo e instrumento
       en manos de la voluntad divina.
          Sin embargo, mientras que en Pacato y los panegiristas del siglo iv
       la capital del Imperio era el símbolo de la seguridad ciudadana, en Ru­
       fino pasa de ser la ciudad residencia imperial y sede de un senado po­
       líticamente activo a representación de una ciudad itinerante.
          Por último, Agustín de Hipona, en los primeros libros de su De ci­
       vitate Dei, trata de socavar las bases en que se asentaba la ciudad terre­
       na48. Sus objetivos se centran en una reflexión acerca de la ciudad ce­
       leste unida indisolublemente a la terrena, argumentando la futilidad
       de la gloria humana frente a la felicitas cristiana, que tiene su morada
       en la ciudad celeste.


          45  A. Lovino, «Su alcune affinitá tra il Panegírico per Teodosio di Pacato Drepanio
       e il De obitu Theodosii di sant’Ambrogio»,  VetChr, 31 (1989), 371 y ss.
         46  F. J. Lomas, «Teodosio, paradigma de príncipe cristiano», 150-151.
         47  No debemos olvidar las continuas muestras de largueza de dicho emperador en
       cuanto  a  edificación y reconstrucción  de  iglesias  cristianas.  Cfr.  P.  Courcelle,  «Juge-
       ments  de  Rufin  et  de  Saint Augustin  sur  les  empereurs  du  IVé  siécle  et  la  défaite
       supreme du paganisme», REA, 71 (1969), 117 y ss.
          48  Por ello arremete contra quienes quieren demostrar que los dioses romanos con­
       tribuían al engrandecimiento del Imperio y al bienestar de sus ciudadanos (entre ellos
       sin duda Ammiano Marcelino).

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