Page 56 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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La muerte por el fuego podría otorgar un  carácter heroico  que,
       como ha señalado Grotanelli, puede entreverse en la interpretación de
       la muerte ritual de algunos personajes vinculados a la realeza y a la
       aristocacia  cartaginesa  que  encontramos  en  diversos  episodios  de
       la historia de Cartago. El paso por el fuego sitúa a las víctimas en con­
       tacto con lo divino, a semejanza de lo que sucede con Melqart en la
       egersis: los casos de Elisa o de Amílcar,  el derrotado en Himera en
       el 480 a.C., podrían constituir ejemplos de muerte heroica ritualizada22.
          Sin embargo, no se puede sostener una identificación mecánica e
       inmediata entre la muerte por el fuego y Melqart, ni tampoco es posi­
       ble demostrar con seguridad una emulación consciente del héroe di­
       vino por medio del ritual funerario de incineración que supusiera la
       heroización de los difuntos de alto rango social. Lo que parece deli­
       nearse con mayor claridad es que en ambos casos — egersis y ritual de
       cremación de personajes de alto rango— el fuego cumple la misma
       función de superar y trascender la muerte. Por otra parte, el paso por
       el fuego de los difuntos enterrados en las colonias peninsulares sería
       en todo caso postmortem, a diferencia de Elisa y Amílcar, para quienes
       la muerte ritual por el fuego es una opción libremente escogida23.



       H eracles-M elqart:  espacio  civilizado y sincretismo
          El Occidente mediterráneo se nos muestra desde el comienzo de
       la elaboración del mito heracleo como el espacio lejano, a veces cono­
       cido, a veces intuido, donde tienen lugar muchas de las gestas de He­
       racles. Es una geografía fabulosa y simbólica, modelada a su medida
       por quienes habitan el centro del oikoumene que señala el espacio ha­
       bitado por «los otros», que marca los fines del mundo e incluso la an­
       tesala del Hades24.
          Pero al mismo tiempo, esa geografía salvaje y desconocida es so­
       metida por Heracles en tanto que se manifiesta como un espacio por


         22  Cfr. C. Grotanelli, «Encoré un regard sur les büchers d’Amilcar et d’Elissa», A tti del
       I  Congresso Intemazionak di StudiFenide Punid, Roma, 1979, Roma, 1983, vol. 11,439-441.
       Véase, sin embargo, la opinión contraria a que estas muertes por el fuego pudieran re­
       lacionarse con Melqart: C. Bonnet, op. dt., 173-174.
         23 Just. XVIII, 6, 6; Herod. VII, 167.
         24  C. Jourdain-Annequin, «De l’espace de la cité á l’espace symbolique. Héraclés en
       Occident», Dialogues d’Histoire Andeme 15 (1989), 31-48; D. Plácido, «Le vie di Ercole
       nell’Estremo  Occidente»,  en A.  Mastrocinque  (ed.), Ercole in  Occidente,  Trento,  1993,
       63 y ss.

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