Page 167 - Debate anti-utopico
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La izquierda desfigurada en los tiempos democráticos        167



            Poder Ejecutivo siempre debía pasar por encima del Legislativo aprove-
            chándose de su mayoría parlamentaria.
                El Parlamento nunca estuvo a la altura de las exigencias políticas y
            fue vilipendiado por el gonismo que se deleitó con la superflua lógica de
            litigio en que terminaban las discusiones para analizar la Ley de Capi-
            talización, siendo muy evidente que el Congreso no podía dar pasos
            contundentes dentro de la modernización del Estado para acompañar las
            reformas porque carecía, al mismo tiempo, de la capacidad de moderni-
            zarse a sí mismo. Las llamadas reformas estructurales del gonismo que,
             supuestamente, otorgaban una mejor calidad al desarrollo de la democra-
            cia representativa, jamás fueron concertadas y debatidas con los sectores
            más importantes de la sociedad civil. La lógica del poder para Sánchez
            de Lozada descansaba inclusive en la posibilidad de gobernar por decreto,
             si era necesario. En este caso, el presidencialismo en Bolivia se caracte-
            riza por ser un Leviatán legislativo.
                Los asesores de Sánchez de Lozada consideraban que el Ejecutivo
            tenía la misión de asumir iniciativas para forzar sus planes; sin embargo,
            cuando solamente el Poder Ejecutivo se encargaba de conducir todas
            las riendas del poder al observar que el Congreso actuaba de manera
            débil y poco imaginativa dentro de la legislación, el proceso gonista dio
            lugar a una peligrosa asimetría para el proceso democrático que agravó
            el dominio del Poder Ejecutivo para opacar al Legislativo, desigualdad
            que se mantuvo hasta el periodo posterior a la caída de Goni. No fue una
            coincidencia que su Vicepresidente Carlos D. Mesa Gisbert, quien reem-
            plazó a Sánchez de Lozada en el poder cuando éste dimitió, actuara con
            el mismo desdén, esforzándose por desprestigiar y anular al Congreso
            Nacional entre enero de 2004 y mayo de 2005. El Parlamento tenía el
            deber constitucional de complementar y conciliar iniciativas claves para el
            funcionamiento del Estado y la democracia, porque su función legislativa
            era más que la mera fiscalización; algo que el gonismo siempre descartó.
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