Page 101 - El Retorno del Rey
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cabeza, y los observó en silencio.
—El primer círculo de la ciudad está en llamas, Señor —dijeron—. ¿Cuáles
son vuestras órdenes? Aún sois el Señor y Senescal. No todos obedecen a
Mithrandir. Muchos abandonan los muros, dejándolos indefensos.
—¿Por qué? ¿Por qué huyen los imbéciles? —dijo Denethor—. Puesto que
arder en la hoguera es inevitable, más vale arder antes que después. ¡Volved al
fuego del holocausto! ¿Y yo? También yo iré ahora a mi pira. ¡Mi pira! ¡No
habrá tumbas para Denethor y para Faramir! ¡No tendrán sepultura! ¡No
conocerán el lento y largo sueño de la muerte embalsamada! Antes que ningún
navío zarpe hacia aquí desde el Oeste, nos habremos consumido en la hoguera
como reyes paganos. El Oeste ha fallado. ¡Volved, y sacrificaos en la hoguera!
Sin una reverencia ni una palabra de respuesta, los mensajeros dieron media
vuelta y huyeron.
Entonces Denethor se levantó y soltó la mano afiebrada de Faramir, que tenía
entre las suyas.
—¡El ya está ardiendo, ardiendo! —dijo con tristeza—. La morada de su
espíritu se derrumba. —Y luego, acercándose a Pippin con pasos silenciosos, lo
miró largamente.
—¡Adiós! —dijo—. ¡Adiós, Peregrin hijo de Paladin! Breve ha sido tu
servicio, y terminará pronto. Te libero de lo poco que queda. Vete ahora, y
muere en la forma que te parezca más digna. Y con quien tú quieras, hasta con
ese amigo loco que te ha arrastrado a la muerte. Llama a mis servidores, y
márchate. ¡Adiós!
—No os diré adiós, mi Señor —dijo Pippin hincando la rodilla. Y de
improviso, reaccionando otra vez como el hobbit que era, se levantó rápidamente
y miró al anciano en los ojos—. Acepto vuestra licencia, Señor —dijo—, porque
en verdad quisiera ver a Gandalf. Pero no es un loco; y hasta que él no desespere
de la vida, yo no pensaré en la muerte. Mas de mi juramento y de vuestro
servicio no deseo ser liberado mientras vos sigáis con vida. Y si finalmente entran
en la ciudadela, espero estar aquí, junto a vos, y merecer quizá las armas que me
habéis dado.
—Haz lo que mejor te parezca, señor Mediano —dijo Denethor—. Pero mi
vida está destrozada. Haz venir a mis servidores. —Y se volvió de nuevo a
Faramir.
Pippin salió y llamó a los servidores: seis hombres de la Casa, fuertes y
hermosos; sin embargo temblaron al ser convocados. Pero Denethor les rogó con
voz serena que pusieran mantas tibias sobre el lecho de Faramir, y que lo
levantasen. Los hombres obedecieron, y alzando el lecho lo sacaron de la
cámara. Avanzaban lentamente, para perturbar lo menos posible al herido, y