Page 209 - El Retorno del Rey
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venció. Hace mucho tiempo, señor Frodo, que no duermo como es debido, y los
ojos se me cerraron solos.
Ahora Frodo encabezaba la marcha, yendo todo lo posible hacia el norte, entre
las piedras y los peñascos amontonados en el fondo de la gran hondonada. Pero a
poco de andar se detuvieron de nuevo.
—No hay nada que hacerle, Sam —dijo—. No puedo soportarla. Esta cota de
malla, quiero decir. No hoy, al menos. Aun la cota de mithril me pesaba a veces.
Esta pesa muchísimo más. ¿Y de qué me sirve? De todos modos no será peleando
como nos abriremos paso.
—Sin embargo, quizá nos esperen algunos encuentros. Y puede haber
cuchillos y flechas perdidas. Para empezar, ese tal Gollum no está muerto. No
me gusta pensar que sólo un trozo de cuero lo protege de una puñalada en la
oscuridad.
—Escúchame, Sam, hijo querido —dijo Frodo—: estoy cansado, exhausto.
No me queda ninguna esperanza. Pero mientras pueda caminar, tengo que tratar
de llegar a la montaña. El Anillo ya es bastante. Esta carga excesiva me está
matando. Tengo que deshacerme de ella. Pero no creas que soy desagradecido.
Me repugna pensar en ese trabajo que tuviste que hacer entre los cadáveres para
encontrarla.
—Ni lo mencione, señor Frodo. ¡Por lo que más quiera! ¡Lo llevaría sobre
mis espaldas, si pudiese! ¡Quítesela, entonces!
Frodo se sacó la capa, se despojó de la cota de malla orca y la tiró lejos. Se
estremeció ligeramente.
—Lo que en realidad necesito es algún abrigo —dijo—. O ha refrescado, o he
tomado frío.
—Puede ponerse mi capa, señor Frodo —dijo Sam. Se descolgó la mochila
de la espalda y sacó la capa élfica—. ¿Qué le parece, señor Frodo? Se envuelve
en ese trapo orco, y se ajusta el cinturón por fuera. Y encima de todo se pone la
capa. No es exactamente a la usanza orca, pero estará más abrigado; y hasta
diría que lo protegerá mejor que cualquier otra vestimenta. Fue hecha por la
Dama.
Frodo tomó la capa y cerró el broche.
—¡Así me siento mejor! —dijo—. Y mucho más liviano. Ahora puedo
continuar. Pero esta oscuridad ciega invade de algún modo el corazón. Cuando
estaba preso, Sam, trataba de pensar en el Brandivino, en el Bosque Cerrado, y
en El Agua corriendo por el molino en Hobbiton. Pero ahora no puedo
recordarlos.
—¡Vamos, señor Frodo, ahora es usted el que habla de agua! —dijo Sam—.
Si la Dama pudiera vernos u oírnos, yo le diría: « Señora, todo cuanto