Page 210 - El Retorno del Rey
P. 210
necesitamos es luz y agua: sólo un poco de agua pura y la clara luz del día, mejor
que cualquier joya, con el perdón de usted.» Pero estamos muy lejos de Lorien.
—Suspiró y movió una mano señalando las cumbres de Ephel Dúath, ahora
apenas visibles como una oscuridad más profunda contra el cielo en tinieblas.
Reanudaron la marcha. No habían avanzado mucho cuando Frodo se detuvo.
—Hay un Jinete Negro volando sobre nosotros —dijo—. Siento su presencia.
Será mejor que nos quedemos quietos por un tiempo.
Se acurrucaron debajo de un gran peñasco, de cara al oeste, y durante un
rato permanecieron callados. Al fin Frodo dejó escapar un suspiro de alivio.
—Ya pasó —dijo.
Se levantaron, y lo que vieron los dejó mudos de asombro. A la izquierda y
hacia el sur, contra un cielo que ya casi era gris, comenzaban a asomar oscuros
y negros los picos y las crestas de la gran cordillera. Por detrás de ella crecía la
luz. Trepaba lentamente hacia el norte. En las alturas lejanas, en los ámbitos del
cielo, se estaba librando una batalla. Las turbulentas nubes de Mordor se
alejaban, como rechazadas, con los bordes hechos jirones, mientras un viento
que soplaba desde el mundo de los vivos barría las emanaciones y las humaredas
hacia la tierra tenebrosa de donde habían venido. Bajo las orlas del palio lúgubre,
una luz tenue se filtraba en Mordor como un amanecer pálido a través de las
ventanas sucias de una prisión.
—¡Mire, señor Frodo! —dijo Sam. ¡Mire! El viento ha cambiado. Algo
ocurre. No se va a salir del todo con la suya. Allá en el mundo la oscuridad se
desvanece. ¡Me gustaría saber qué está pasando!
Era la mañana del decimoquinto día de marzo, y en el Valle del Anduin el sol
asomaba por encima de las sombras del este, y soplaba un viento del sudoeste.
En los Campos del Pelennor, Théoden yacía moribundo.
Mientras Frodo y Sam observaban inmóviles el horizonte, la cinta de luz se
extendió a lo largo de las crestas de los Ephel Dúath; y de pronto una forma
rápida apareció en el oeste, al principio apenas una mancha negra en la franja
luminosa de las cumbres, pero en seguida creció, y atravesando como una flecha
el manto de oscuridad, pasó muy alto por encima de ellos. Al alejarse lanzó un
chillido agudo y penetrante: la voz de un Nazgûl; pero este grito ya no los
asustaba: era un grito de dolor y de espanto, malas nuevas para la Torre Oscura.
La suerte del Señor de los Espectros del Anillo estaba echada.
—¿Qué le dije? ¡Algo está ocurriendo! —gritó Sam—. « La guerra marcha
bien» , dijo Shagrat; pero Gorbag no estaba tan seguro. Y también en eso tenía
razón. Parece que las cosas mejoran, señor Frodo. ¿No se siente más
esperanzado ahora?
—Bueno, no, no mucho, Sam —suspiró Frodo—. Eso está ocurriendo muy