Page 211 - El Retorno del Rey
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lejos más allá de las montañas. Nosotros vamos hacia el Este, no hacia el Oeste.
Y estoy tan cansado. Y el Anillo pesa tanto, Sam. Y empiezo a verlo en mi mente
todo el tiempo, una gran rueda de fuego.
El optimismo de Sam decayó rápidamente. Miró ansioso a su amo, y le tomó
la mano.
—¡Vamos, señor Frodo! —dijo—. Conseguí una de las cosas que quería: un
poco de luz. La suficiente para ayudarnos, y sin embargo sospecho que también
es peligrosa. Trate de avanzar un poco más, y luego nos echaremos juntos a
descansar. Pero ahora coma un bocado, un trocito del pan de los elfos; le
reconfortará.
Compartiendo una oblea de lembas, y masticándola lo mejor que pudieron con
las bocas resecas, Frodo y Sam continuaron adelante. La luz, aunque apenas un
crepúsculo gris, bastaba para que vieran alrededor: estaban ahora en lo más
profundo del valle entre las montañas. Descendía en una suave pendiente hacia el
norte, y por el fondo corría el lecho seco y calcinado de un arroyo. Más allá del
curso pedregoso vieron un sendero trillado que serpeaba al pie de los riscos
occidentales. Si lo hubieran sabido, habrían podido llegar a él más rápidamente,
pues era una senda que se desprendía de la ruta principal a Morgul en la
cabecera occidental del puente y descendía por una larga escalera tallada en la
roca hasta el fondo mismo del valle; y la utilizaban las patrullas o los mensajeros
que viajaban a los puestos y fortalezas menores del lejano Norte, entre Cirith
Ungol y los desfiladeros de la Garganta de Hierro, las mandíbulas férreas de
Carach Angren.
Era un sendero peligroso para los hobbits, pero el tiempo apremiaba, y Frodo
no se sentía capaz de trepar y gatear entre los peñascos o en las hondonadas del
Morgai. Y suponía además que el del norte era el camino en que sus
perseguidores menos esperarían encontrarlos. Sin duda comenzarían la búsqueda
por el camino al este de la llanura, o por el paso que volvía hacia el oeste. Sólo
cuando estuvieran bien al norte de la Torre se proponía cambiar de rumbo y
buscar una salida hacia el este: hacia la última y desesperada etapa de aquel
viaje. Cruzaron pues el lecho de piedras, y tomaron el sendero orco, y avanzaron
por él durante un tiempo. Los riscos altos y salientes de la izquierda impedían que
pudieran verlos desde arriba; pero el sendero tenía muchas curvas, y en cada
recodo aferraban la empuñadura de la espada y avanzaban con cautela.
La luz no aumentaba, porque el Orodruin continuaba vomitando una espesa
humareda que subía cada vez más arriba, empujada por corrientes antagónicas,
y al llegar a una región por encima de los vientos, se desplegaba en una bóveda
inconmensurable, cuya columna central emergía de las sombras fuera de la vista
de los hobbits. Habían caminado penosamente durante más de una hora, cuando