Page 218 - El Retorno del Rey
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nosotros.
Hubo otro silencio prolongado. Sam volvió a interrumpirlo, esta vez en un
murmullo.
—¿Oyó lo que decían del que habla en gorgoteos, señor Frodo? Le dije que
Gollum no estaba muerto ¿no?
—Sí, recuerdo. Y me preguntaba cómo lo sabrías —dijo Frodo—. Bueno.
Creo que es mejor que no salgamos de aquí hasta que haya oscurecido por
completo. Así podrás decirme cómo lo sabes, y contarme todo lo sucedido. Si
puedes hablar en voz baja.
—Trataré —dijo Sam—, pero cada vez que pienso en ese apestoso, me pongo
tan frenético que me dan ganas de gritar.
Allí permanecieron los hobbits, al amparo del arbusto espinoso, mientras la
luz lúgubre de Mordor se extinguía lentamente para dar paso a una noche
profunda y sin estrellas; y Sam, hablándole a Frodo al oído, le contó todo cuanto
pudo poner en palabras del ataque traicionero de Gollum, el horror de Ella-
Laraña, y sus propias aventuras con los orcos. Cuando hubo terminado, Frodo no
dijo nada, pero tomó la mano de Sam y se la apretó. Al cabo de un rato se
sacudió y dijo:
—Bueno, supongo que hemos de reanudar la marcha. Me pregunto cuánto
tiempo pasará antes que seamos realmente capturados, y acaben al fin estas
penurias y escapadas, y todo haya sido inútil. —Se puso de pie—. Está oscuro, y
no podemos usar el frasco de la Dama. Quédate con él por ahora, Sam, y cuídalo
bien. Yo no tengo dónde guardarlo, excepto las manos, y necesitaré de las dos en
esta noche ciega. Pero a Dardo, te lo doy. Ahora tengo una espada orca, aunque
no creo que me toque asestar algún otro golpe.
Era difícil y peligroso caminar de noche por aquella región sin senderos; pero
poco a poco, tropezando con frecuencia, los dos hobbits avanzaron hacia el norte
a lo largo de la orilla oriental del valle pedregoso. Y cuando una tímida luz gris
volvió a asomar por encima de las cumbres occidentales, mucho después de que
naciera el día en las tierras lejanas, se escondieron otra vez y durmieron un poco,
por turno. En los ratos de vigilia a Sam lo obsesionaba el problema de la comida.
Por fin, cuando Frodo despertó y habló de comer y de prepararse para otro
nuevo esfuerzo, Sam le hizo la pregunta que más lo preocupaba.
—Con el perdón de usted, señor Frodo —dijo—, pero ¿tiene alguna idea de
cuánto nos falta por recorrer?
—No, ninguna idea demasiado precisa, Sam —respondió Frodo—. En
Rivendel, antes de partir, me mostraron un mapa de Mordor anterior al retorno
del enemigo; pero lo recuerdo vagamente. Lo que recuerdo con más precisión es
que en un determinado lugar de las cadenas del oeste y el norte se desprendían