Page 221 - El Retorno del Rey
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escalones descubrió un arroyuelo de agua oscura que brotaba del flanco de la
colina y llenaba un pequeño estanque desnudo, del que volvía a derramarse, y
desaparecía luego bajo las piedras áridas.
Sam probó el agua, y le pareció suficientemente buena. Entonces bebió hasta
saciarse, llenó la botella y dio media vuelta para regresar. En aquel momento
vislumbró una forma o una sombra negra que saltaba entre las rocas un poco
más lejos, cerca del escondite de Frodo. Reprimiendo un grito, bajó de un brinco
del manantial y corrió saltando de piedra en piedra. Era una criatura astuta,
difícil de ver, pero Sam tenía pocas dudas: no pensaba en otra cosa que en
retorcerle el pescuezo. Pero la criatura lo oyó acercarse, y se escabulló
alejándose de prisa. Sam creyó ver por último que la forma se asomaba al borde
del precipicio oriental, antes de esconder la cabeza y desaparecer.
—¡Bueno, la suerte no me abandonó —murmuró Sam—, pero por un pelo!
¡Como si no bastara que haya orcos por millares, tenía que venir a meter la nariz
ese bribón maloliente! ¡Ojalá lo hubieran liquidado!
Se sentó junto a Frodo y no lo despertó; pero no se atrevió a echarse a dormir.
Por fin, cuando sintió que se le cerraban los ojos y supo que no podía seguir
luchando por mantenerse despierto mucho tiempo más, despertó a Frodo
tocándolo apenas.
—Me temo que ese Gollum anda rondando otra vez, señor Frodo —dijo—. O
al menos, si no era él, quiere decir que tiene un doble. Salí a buscar un poco de
agua y lo descubrí husmeando por los alrededores justo cuando volvía. Me
parece que no es prudente que ambos durmamos al mismo tiempo, y con el
perdón de usted, no puedo tener los ojos abiertos un minuto más.
—¡Bendito seas, Sam! —le dijo Frodo—. ¡Acuéstate y duerme cuanto
necesites! Pero yo prefiero a Gollum antes que a los orcos. En todo caso no nos
entregará… a menos que lo capturen.
—Pero podría tratar de robar y asesinar por cuenta propia —gruñó Sam—.
¡Mantenga los ojos bien abiertos, señor Frodo! Hay una botella llena de agua.
Beba usted. Podemos volverla a llenar cuando nos vayamos. —Y con esto Sam
se hundió en el sueño.
La luz se extinguía cuando despertó. Frodo estaba sentado contra una roca, pero
se había quedado dormido. La botella de agua estaba vacía. No había señales de
Gollum.
Había vuelto la oscuridad de Mordor; y cuando los hobbits se pusieron
nuevamente en marcha en la etapa más peligrosa del viaje, los fuegos de los
vivaques ardían en las alturas feroces y rojos. Fueron primero al pequeño
manantial, y luego, trepando con cautela llegaron al camino en el punto en que
doblaba hacia el este y la Garganta de Hierro, ahora a veinte millas de distancia.