Page 183 - La Traición de Isengard
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ammen! [226]
La narración del descenso sigue siendo claramente diferente de la historia en
CA, y está más próxima al original (RS 527-529), a pesar del hecho de que en
ella Trotter todavía era un hobbit, y Gimli y Legolas no se hallaban presentes.
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—Cuanto más pronto volvamos y descendamos, mejor será —dijo Gandalf
—. Todavía va a caer más nieve.
Así como todos deseaban descender de nuevo, era más fácil de decir que de
hacer. Más allá de su refugio, la capa de nieve era de varios pies, y en algunos
sitios el viento la había amontonado contra la pared; y estaba húmeda y blanda.
Gandalf sólo pudo avanzar con gran esfuerzo, y apenas había recorrido unos
pocos metros por el sendero descendente cuando se encontró dando tumbos con
la nieve por encima de la cintura. Su empeño parecía desesperado.
Boromir era el más alto de la Compañía, estando por encima del metro
ochenta, y también era muy ancho de hombros.
—Voy a bajar, si puedo —dijo—. Hasta donde consigo distinguir nuestro
curso de anoche, el sendero gira a la derecha alrededor de aquel saliente rocoso
de allí abajo. Y si recuerdo bien, a unas doscientas yardas, o algo así, más allá de
la curva había un espacio llano sobre una pendiente pronunciada y larga… muy
difícil de escalar cuando subíamos. Desde aquel punto quizá sea capaz de echar
un vistazo y tener una idea de cómo está la nieve abajo.
Avanzó despacio con esfuerzo, metiéndose en la nieve que por doquier le
llegaba por encima de las rodillas y en algunos lugares casi hasta el hombro. A
menudo parecía nadar o cavar con los grandes brazos más que caminar. Al final
desapareció de vista y dobló por la curva. Llevaba tiempo ausente, y ellos
empezaron a sentirse ansiosos, temiendo que hubiera sido tragado por algún alud
o un agujero tapado por la nieve, o se hubiera caído al barranco por el borde
oculto.
Cuando hubo pasado más de una hora, lo oyeron llamar. Había reaparecido
en la curva en el sendero y avanzó trabajosamente hacia ellos.
—Estoy cansado —dijo—, pero he traído algo de esperanza. Hay un pequeño
socavón cubierto de nieve al otro lado de la curva y casi me quedé enterrado en
él, pero, por fortuna, no es muy ancho. Más allá la nieve se vuelve
repentinamente menos densa. En la cima de la pendiente apenas alcanza un pie
de profundidad y, más abajo, es sólo un mantillo blanco, únicamente una rociada
en algunos sitios.
—Es la mala voluntad de Caradras —musitó Gimli—. No gusta [201] de los
enanos o de los elfos. Nos ha arrojado su nieve a propósito. Esa nieve fue
planeada para cortarnos el descenso.
—Entonces, felizmente, Caradras ha olvidado que con nosotros tenemos a un