Page 184 - La Traición de Isengard
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montañero que conoce a su familia lejana, los picos de las Montañas Tenebrosas
      —dijo Gandalf—. Fue la buena fortuna lo que nos dio a Boromir como miembro
      de la Compañía.
        —Pero ¿cómo atravesaremos esta nieve, aunque lleguemos hasta la curva?
      —preguntó Pippin, expresando el pensamiento de todos los hobbits.
        —Es  una  pena  —comentó  Legolas—  que  Gandalf  no  pueda  ir  delante  de
      nosotros con una llama intensa y fundirnos un sendero.
        —Es  una  pena  que  los  Elfos  no  puedan  volar  por  encima  de  las  montañas
      para traer el sol y salvarlos —contestó Gandalf—. Incluso yo necesito algo para
      trabajar.  No  puedo  quemar  nieve.  Pero  podría  convertir  a  Legolas  en  una
      antorcha llameante, si con eso basta: ardería mucho mientras durara.
        —¡No me mates! —gritó Legolas—. Temo que hay un dragón oculto bajo la
      forma de nuestro mago. No obstante, un dragón manso nos sería útil ahora.
        —Si sigues hablando, será un dragón salvaje —dijo Gandalf.
        —¡Bueno, bueno! Cuando las cabezas no saben qué hacer, hay que recurrir a
      los cuerpos, como dicen en mi país —comentó Boromir—. Aún me queda algo
      de fuerza, y también a Aragorn. Mientras nos dure, hay que usarla. Yo llevaré a
      uno de la Gente Pequeña, y él a otro. Los otros dos montarán en el poney y serán
      conducidos por Gandalf. —En el acto se puso a descargar a Bill—. Aragorn y yo
      regresaremos cuando hayamos transportado a la Gente Pequeña —dijo—. Tú,
      Legolas y Gimli podéis esperar aquí o, si sois capaces, seguir nuestro rastro.
        Alzó a Merry y se lo colocó sobre los hombros. Trotter alzó a Pippin. Frodo
      montó en el poney, y Sam fue detrás. Avanzaron laboriosamente.
        Por  fin  alcanzaron  la  curva  y  la  pasaron,  y  llegaron  hasta  el  borde  de  la
      nieve. Frodo se maravilló de la fuerza de Boromir, viendo el pasaje que ya había
      logrado abrir sin otro instrumento que la espada y sus grandes brazos. [227]  Aun
      ahora,  cargado  como  estaba  con  Merry  a  la  espalda,  empujaba  la  nieve  y  la
      echaba [202] a los costados, ensanchando la senda para quienes lo seguían Detrás
      de él, Trotter también se esforzaba. Se hallaban en me dio de la nieve, y Boromir
      y Merry casi habían pasado, cuando una piedra retumbante cayó desde la cima
      de la pendiente y pasando cerca de la cabeza de Frodo, golpeó el suelo con ruido
      sordo,  empotrándose  en  la  nieve.  Pero  con  este  último  golpe,  la  malicia  de  la
      montaña  pareció  agotarse,  como  si  estuviera  satisfecha  de  que  los  invasores
      hubieran  emprendido  la  retirada  y  no  se  atrevieran  a  regresar.  No  hubo  más
      accidentes.
        Sobre  la  cornisa  de  la  pendiente  descubrieron,  como  había  dicho  Boromir,
      que  la  nieve  era  poco  profunda.  Allí  aguardaron,  mientras  Trotter  y  Boromir
      regresaban  con  el  poney  a  recoger  las  mochilas  y  los  fardos,  y  a  ayudar  a
      Legolas y al enano.
        Cuando  todos  volvieron  a  estar  reunidos  una  vez  más,  la  mañana  se
      encontraba muy avanzada.
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