Page 204 - La Traición de Isengard
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apoyándose  en  Sam,  se  detuvo  un  instante  y  miró  hacia  atrás.  Parecía  que
      Gandalf introducía la punta de la vara en el viejo agujero de la cerradura.
        De pronto hubo un resplandor aún más deslumbrante… [que] cualquiera que
      hubieran  imaginado  jamás.  Todos  dieron  [229]  media  vuelta.  Se  oyó  una
      detonación  ensordecedora.  Las  espadas  se  retorcieron  violentamente  en  sus
      manos y se soltaron de sus dedos; cuando la gran ráfaga bajó por la escalera, se
      tambalearon y cayeron de rodillas. En medio de ellos cayó Gandalf.
        —Bien,  problema  terminado  —dijo—.  He  hecho  lo  que  he  podido  Espero
      haber enterrado a Balin. Pero qué pena mi vara, tendremos que ir sin luz en la
      oscuridad. Gimli y yo abriremos el camino.
        Lo  siguieron  estupefactos,  y  mientras  tropezaban  detrás  de  él  Gandalf
      murmuró cierta información:
        —He perdido mi vara, parte de mi barba y dos centímetros de cejas —dijo
      —. Pero he destruido la puerta y derribado el techo tras ella, y si la Cámara de
      Mazarbul ahora no es un montón de ruinas, yo no soy un mago. Agoté todo el
      poder de mi vara [?en un fogonazo]: quedó hecha trizas.
        De momento, aquí se detiene el texto a tinta. En el acto, mi padre se dedicó a
      reescribir  a  lápiz  casi  todo  el  pasaje  que  empieza  « De  pronto  hubo  un
      resplandor…» , y, luego, continuó desde el punto que había alcanzado (cf. nota
      249).  No  hay  duda,  por  supuesto,  de  que  la  historia  cobraba  forma  en  estas
      páginas, y la escritura es tan rápida como para ser, prácticamente, un código,
      mientras que hay palabras omitidas o que están tergiversadas, de modo que uno
      ha  de  intentar  descifrar  no  sólo  lo  que  mi  padre  llegó  a  escribir,  sino  lo  que
      pretendía escribir.
        De pronto, le oyeron gritar palabras extrañas con voz de trueno, y hubo un
      resplandor más deslumbrante… [que] cualquiera que hubieran imaginado jamás:
      era como si un rayo hubiera pasado justo delante de sus ojos, quemándolos. Las
      espadas se retorcieron violentamente en sus manos y se soltaron de sus dedos.
      Hubo una detonación ensordecedora, y cuando una ráfaga de viento bajó por la
      escalera, cayeron o se tambalearon hasta quedar de rodillas. En medio de ellos
      cayó Gandalf.
        —Bien, problema terminado —dijo—. He enterrado al pobre Balin. Fue todo
      lo que pude hacer. Casi me mato. [Tachado apenas se escribió: Me llevará años
      recuperar la fuerza y la magia.] ¡Seguid, seguid! Gimli, ven delante conmigo.
      Debemos marchar en la oscuridad. Deprisa.
        Lo  siguieron  estupefactos,  tanteando  las  paredes,  y  mientras  tropezaban
      detrás de él, Gandalf murmuró cierta información: [230]
        —He perdido parte de mi barba y dos centímetros de cejas —dijo—. Pero he
      destruido  la  puerta  y  derribado  el  techo,  y  la  Cámara  de  Mazarbul  no  es  un
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