Page 206 - La Traición de Isengard
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Frodo.
        Trotter rió.
        —No  lo  esperaban  —dijo—.  De  momento,  el  fuego  les  cortó  el  paso.
      ¡Estamos del mal lado!
        —¡Cuidado con el puente! —gritó Gandalf—. Es angosto y peligroso.
        De pronto Frodo vio ante él un abismo negro. Justo en el extremo de la sala el
      piso desapareció y cayó a las profundidades. No había otro modo de llegar a la
      puerta de salida que un estrecho puente de piedra, sin barandilla ni parapeto, que
      describía una curva de cincuenta pies sobre el abismo. No se podía cruzar sino en
      fila de a uno. Llegaron al borde del precipicio y se detuvieron en el extremo del
      puente  durante  un  momento.  Más  flechas  silbaron  por  encima  de  ellos.  Una
      atravesó el sombrero de Gandalf y allí se quedó sujeta como una pluma negra.
      Miraron hacia atrás. Más allá de la grieta llameante Frodo vio el enjambre de
      figuras  negras  de  muchos  orcos.  Esgrimían  lanzas  y  cimitarras  que  brillaban
      rojas como la sangre. Bum, bum, resonaba el redoble de tambores cada vez más
      alto y más alto, y más amenazador. Se podían ver dos grandes y oscuras figuras
      de trolls [?enormes] por entre los orcos. Avanzaron hasta el borde del fuego.
        Legolas  puso  una  flecha  en  el  arco.  Luego  la  dejó  caer.  Dio  un  grito  de
      desesperación y terror. Habían aparecido dos grandes y oscuras figuras de trolls;
      pero no eran éstos los que lo habían hecho gritar. [256]   Las filas de los orcos se
      habían  abierto  como  si  ellos  mismos  estuviesen  asustados.  Una  figura  avanzó
      hasta la [232] grieta, no más alta que un hombre, pero el terror parecía ir delante
      de  ella.  Desde  lejos  pudieron  ver  el  fuego  intenso  de  sus  ojos  amarillos;  sus
      brazos eran muy largos y tenía una roja [?lengua]. Con un salto por el aire pasó
      encima de la grieta ardiente. Las llamas subieron a darle la bienvenida y se re
      torcieron  a  su  alrededor.  El  pelo  flotante  pareció  encenderse  y  la  espada  que
      sostenía se convirtió en llama. En la otra mano empuñaba un látigo de muchas
      colas.
        —Ay, ay —se quejó Legolas—. [Los Balrogs son >] Ha venido un Balrog.
        —Un  Balrog  —dijo  Gandalf—.  Qué  mala  suerte…  y  mi  poder  está  casi
      agotado.
        La  figura  llameante  atravesó  corriendo  el  suelo.  Los  orcos  aullaron  y
      dispararon muchas flechas.
        —¡Por  el  Puente!  —gritó  Gandalf—.  ¡Huid!  ¡Huid!  Es  un  enemigo  muy
      superior a cualquiera de vosotros. Yo le cerraré el paso del Puente. ¡Huid!
        Cuando alcanzaron la puerta se volvieron, a pesar de su orden. Las figuras tro
      lis  cruzaban  el  fuego  llevando  en  brazos  a  los  orcos.  El  Balrog  corrió  hasta  el
      Puente. Legolas [?alzó] el arco, y [una] flecha le atravesó el hombro. El arco le
      cayó al suelo, inservible. Gandalf aguardaba en medio del puente. En su mano
      centelleaba Glamdring. En la izquierda tenía en alto la vara. El Balrog avanzó y
      se lo quedó mirando.
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