Page 238 - La Traición de Isengard
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Eso no fue del agrado de Gimli.
—El arreglo se hizo sin mi consentimiento —dijo—. No caminaré con los
ojos vendados, como un prisionero o un traidor. Mi ente siempre se ha resistido al
Enemigo, y nunca ha tenido tratos con los orcos o sus sirvientes. Tampoco
causamos daño a los Elfos. Sería tan poco probable que yo traicionara vuestros
secretos como que lo hicieran Legolas o cualquier otro de la Compañía.
—Dices la verdad, no lo dudo —comentó Hathaldir—. Pero es nuestra ley.
No soy el dueño de la ley, y no puedo dejarla de lado por voluntad propia. He
hecho todo lo que me he atrevido al dejarte poner pie en [Nelen >] el Enclave.
Pero Gimli era obstinado. Plantó firmemente los pies separados en el suelo y
apoyó la mano sobre el mango del hacha.
—Iré libremente —dijo—, o regresaré solo al norte, aunque tenga que morir
en el desierto.
—No puedes marcharte —dijo Hathaldir con cara seria—. No puedes cruzar
el Morthond, y a tu espalda, al norte, hay defensas ocultas y guardias a lo largo
de los brazos abiertos del Ángulo entre los dos ríos. Te matarían antes de que te
les pudieras acercar.
El otro elfo encajó una flecha en el arco cuando Gimli extrajo el hacha del
cinturón.
—¡Una playa de enanos de cuello tieso!
—¡Vamos! —exclamó Aragorn—. Si he de continuar guiando esta Compañía,
haréis lo que yo ordene. Iremos todos vendados, aun Legolas. Será lo mejor,
aunque el viaje parecerá lento y aburrido.
Gimli rió de pronto.
—¡Qué tropilla de tontos felices pareceremos! —dijo—. Pero si Legolas
comparte mi ceguera, me declaro satisfecho.
Esto no satisfizo demasiado a Legolas.
—¡Vamos! —dijo Aragorn—. Y ahora no gritemos: « ¡malditos Elfos, qué
testarudos son!» . Pero tú no serás nuestro rehén. Todos por igual compartiremos
esa suerte.
—Exigiré plena reparación por cada caída y por cada lastimadura en los pies
—dijo Gimli mientras le tapaban los ojos con una tela.
—No será necesario —comentó Hathaldir—. Te conduciremos bien, y las
sendas son llanas y verdes. [272]
—¡Ay, qué tiempos de desatino! —exclamó Legolas a su vez—. ¡Todos somos
aquí enemigos del Enemigo, y sin embargo he de caminar a ciegas mientras el
sol brilla en el bosque bajo hojas de oro!
—Quizá parezca un desatino —dijo Hathaldir—. En verdad nada revela tan
claramente la malignidad del Enemigo como las desavenencias que nos separan
a todos. Sin embargo, queda tan poca fe y verdad que no nos atrevemos a poner