Page 329 - La Traición de Isengard
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cadena  del  cuello.  [Sólo  durante  dos  días  había  sido  Portador  del  Anillo,  sin
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      embargo sintió un curioso pesar al abandonarlo.]
        —¡Sam!  —gritó  Frodo—.  ¡Sam!  Mi  querido  y  viejo  Sam.  ¿Cómo  llegaste
      aquí? Creí… —Entonces se apoyó en Sam y lloró largo rato—. Creí —repitió por
      fin—. Bueno, no importa. Creí que estaba perdido y que ellos habían tomado el
      Anillo y que todo estaba en ruinas. ¿Cómo lo conseguiste?… Cuéntamelo.
        —No robándolo —dijo Sam esforzándose por sonreír—. O no exactamente.
      Lo tomé cuando creí que usted estaba muerto, amo. Sí, pensé que estaba muerto
      en aquel lugar Kirith algo, con esos horrores reptantes. Fue una hora negra, amo
      Frodo, pero me pareció que Sam debía continuar… si podía. —Entonces, le contó
      la historia del ataque y cómo lo había seguido—. Y ahora nos encontramos en un
      sitio llamado Minas Morgul —dijo—, y por suerte no estamos en la misma Torre
      Oscura, por lo menos todavía no. Pero sea el Minas que fuere, hemos de irnos a
      toda velocidad. Aunque no veo cómo.
        Lo discutieron buen rato en susurros.
        —El  Anillo  no  ocultará  a  dos  —dijo  Sam—,  y  creo  que  usted  no  querrá
      volver a separarse de él. En cualquier caso, el Anillo es suyo, amo. Una vez que
      nos encontremos  fuera  de  aquí, usted podrá  marcharse  con  facilidad, siempre
      que no aparezca ninguno de los Espectros del Anillo o de los Jinetes Negros, o
      algo peor. Hay algunos ojos desagradables en esta ciudad, o el picor de mi piel
      sólo se debe a los temblores de un constipado que me estoy pillando. Mi consejo
      para usted es que se largue lo más rápidamente posible.
        —¿Y tú? —preguntó Frodo.
        —Oh, yo —dijo Sam—. Eso no se puede evitar. Quizás encuentre una forma
      de escapar o quizá no. De todas formas, ya he cumplido el trabajo que vine a
      hacer.
        —Creo  que  todavía  no  —dijo  Frodo—.  Todavía  no.  No  creo  que  nos
      separemos aquí, querido amigo.
        —Bueno, amo, entonces dígame cómo.
        —Déjame pensar —dijo Frodo—. Tengo un plan —anunció por fin—. Es un
      riesgo, pero tal vez funcione. ¿Tienes todavía tu espada? [392]
        —Sí  —afirmó  Sam—,  y  también  a  Dardo,  y  la  redoma  de  luz.  Iba  a
      depositarlos  junto  a  usted  bajo  las  piedras  —tartamudeó—  cuando  los  Orcos
      asesinos cayeron sobre nosotros. Creí que usted estaba muerto… hasta que gritó
      cuando lo agarraron.
        Frodo sonrió y recuperó sus tesoros. Sacó a medias a Dardo de su funda y la
      pálida luz azul osciló sobre la hoja.
        —¡No me sorprende —exclamó— que Dardo brille en Minas Morgul! Bueno,
      Sam,  ponte  allí…  donde  te  encontrarás  detrás  de  la  puerta  en  cuanto  se  abra.
      Desenvaina tu espada. Yo rae tumbaré en el suelo como estaba. Entonces puedes
      empezar de nuevo tu canción… y eso hará que pronto venga un orco. Esperemos
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