Page 37 - Tratado sobre las almas errantes
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viceversa,  si  éste  es  tomado  tan  en  serio  como  tiene  que  ser  tomado  según  la  Escritura,  parece  que  no  queda
                 espacio para el juicio particular. Surge, por tanto, la cuestión de cómo se relacionan el juicio particular y el juicio
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                 universal .

                 Como se ha visto, algunos han tratado de resolver este problema afirmando que el Juicio Final
            en realidad es una proclamación: Lo esencial del juicio final frente al particular es la manifestación
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            de la rectitud objetiva y de la importancia histórica de todos los acontecimientos de esta vida .
            Pero  algunos  podrían  alegar  que  proclamar  no  es  lo  mismo  que  juzgar.  Y  mucho  menos  si  el
            veredicto  del  juicio  ya  se  goza  o  se  sufre  desde  el  juicio  particular,  como  es  el  caso  de  los
            bienaventurados  y de los  réprobos. Si  la adquisición  de la bienaventuranza o de la condenación
            sentenciadas  en  el  juicio  particular  se  dejaran  en  suspenso  hasta  el  Juicio  Final,  aún  se  podría
            afirmar  que,  al  menos,  la  sentencia  se  recibiría  en  el  juicio  particular,  pero  que  el  resultado  del
            veredicto  se  recibiría,  de  hecho,  en  el  Juicio  Final.  Pero  se  ve  que  ni  si  quiera  eso  es  así:  la
            remuneración de las obras, para bien o para mal, se recibe en el momento de la muerte.
                   Luego entonces ¿por qué se le llama “juicio” al Juicio Final si el castigo o recompensa se
            reciben tras la muerte? Según la tesis intermediacionista una posible respuesta estaría en el hecho de
            que queden almas por juzgar: no sólo los hombres que queden vivos en el mundo cuando Jesucristo
            descienda a la tierra, sino también las almas que perdieron su camino hacia la Luz, las almas que no
            rechazaron a Dios, almas que aun no dispuestas, no se cerraron de forma absoluta a la posibilidad
            del arrepentimiento. Para el resto de la Humanidad, el Juicio Final sería una proclamación.
                   Sin  embargo,  el  carácter  judicial  de  esa  comparecencia  universal,  aunque  mencionado
            verbaliter en la fórmula del Credo Apostólico y Constantinopolitano, resulta menos patente en la
            Sagrada Escritura. Los textos bíblicos no son explícitos en cuanto a si el Juicio Final es juicio como
            actum  iudicandi  o  como  consummatio  iudicii.  En  Mt  25,  31-46  se  hace  una  descripción  de  ese
            momento, cuyos elementos son la congregación de las naciones ante Él, la separación de las ovejas
            y las cabras, la admisión de los buenos y la expulsión de los malos. Pero éste y otros versículos no
            refieren detalles judiciarios que vayan más allá de la sentencia divina, sino que refieren hechos que
            tienen que ver con la separación. La cuestión es ¿no estaban ya separados antes, como se ve en la
            Parábola  del  rico  Epulón?  Entre  nosotros  y  vosotros  ha  sido  fijado  (esteriktai)  un  gran  abismo
            (jasma), Lc 16, 26.
                   Y, sin embargo, el Apocalipsis habla de forma de un juicio respecto a los muertos: y vi a los
            muertos, pequeños y grandes comparecer ante Dios (…) y los muertos fueron separados/juzgados
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            de acuerdo a aquellas cosas escritas en los libros, de acuerdo a sus obras .

                   A la luz de todo lo dicho, es una verdad de fe que habrá un Juicio Final. Según el común
            entender, la proclamación de la sentencia forma parte del juicio. Sentenciar es juzgar. Ahora bien,
            permanece irresuelta la cuestión de si queda algo por juzgar. Ese acto final puede ser más complejo
            de lo que sabemos, a juzgar por el versículo de 1 Cor 6, 3 en el que se menciona que los hombres
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            juzgarán  a  los  ángeles .  Y  en  Mt  19,  28  se  asocia  a  los  Apóstoles  en  el  acto  escatológico  del



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                   Michael Schmaus, Teología dogmática, volumen VII, n. 302, pg. 423.
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                   Michael Schmaus, Teología dogmática, Tomo VII, n. 299, pg. 254.
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                    En  este  versículo  el  juicio/separación  no  cabe  duda  de  que  se  realiza  sobre  los  muertos:  “Kai  eidon  tous
            nekrous” (Ap 20, 12).
                 86  “Ouk oidate hoti aggelous krinoumen meti ge biotika” (1 Cor 6, 3).
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